Francisco, el líder que con el ejemplo marca un camino

El Papa mantuvo un encuentro histórico y clave en Irak, el primer pontífice en asistir a ese país. Ante la mirada de toda la población, demostró la unión y la fuerza que existe cuando las partes coinciden. Una señal directa para todo el mundo

Economía - Internacional 09 de marzo de 2021 Colaborador Colaborador
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Perdieron casa, familia, amigos, menos la fe. Los 590.000 sobrevivientes cristianos en Irak son un ejemplo. Francisco no pudo disimular la emoción al oficiar la misa en la catedral San José de Bagdad. Fue en arameo, el idioma de Jesús. Él conoce todos los ritos, también el caldeo. Día a día él se encomienda a San José: "Que no se diga que te invoqué en vano", es una de las frases.

Estar en la tierra del profeta Abraham, ofrendando una ceremonia en el templo que lleva el nombre del Santo de su devoción, es un milagro. Bergoglio tiene respeto referencial por el otro y sus costumbres. Así lo demuestra en cada lugar que visita. Cuando se encontró con el ayatolá Al Sistani, quien lo recibió en su casa, lo hizo descalzo, como se estila.

Dejó los zapatos en la puerta de esa vivienda tan humilde y entró pisando a pie desnudo. Llama la atención cuando repite idéntica situación en las mezquitas, no sólo eso, sino que la primera dirección de su mirada es a la Meca. El líder chiíta y Francisco hablaron casi una hora, dando una señal geopolítica muy clara al mundo.

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Se trata de un diálogo entre cristianos y musulmanes. Se abrió el camino de reconciliación entre el cristianismo y las dos ramas del Islam. Es oportuno aclarar que la población musulmana en Irak es un 60 por ciento chiíta y 37 sunnita. También, que el ayatolá jamás se muestra en público como lo hizo con Su Santidad.

Respeto, a rajatabla, el estilo bergogliano, que es siempre: "cara a cara", porque de esta manera considera que se trata un símbolo de paz, convivencia, reconciliación y tolerancia. En diciembre del 2014, en su visita a Turquía, cuando estuvo con Bartolomé, el Patriarca de Constantinopla, en la iglesia patriarcal de San Jorge, firmaron un documento en el cual se comprometían a que los cristianos no desaparecieran de Medio Oriente.

Parecía una utopía. Por esos días, a 300 kilómetros de allí, los yihadistas crucificaban a los cristianos. Al ver esas imágenes, Bergoglio, lloró de dolor. Parece que fue ayer y pasaron más de seis años. Poco a poco se fue acercando a esa realidad, tras un infatigable trabajo por alcanzar la paz.

Eso que parecía imposible se va convirtiendo en realidad. Para él la hostilidad, el extremismo y la violencia son traiciones a la religión. Alienta a los creyentes para que no permanezcan callados ante los abusos del terrorismo. Siempre el primero que habla es él y, como buen líder que es, los demás lo siguen. No sólo los católicos, sino que ejerce el liderazgo espiritual más importante del mundo.

Atención: en la teología el espíritu santo se conoce como Ruaj, quiere decir el aliento de Dios. Tal vez una de las oraciones más breves, sanadoras y poderosas sea esta: "Que la ruaj, el espíritu de Dios, descienda sobre Francisco y cada uno de ustedes". Es fácil de recordar y antigua como Irak, esa otra Tierra Santa. Tan cerca de la cuna del sirah, la cepa de vino que Jesús y los Apóstoles tomaron en la última cena.

Fuente: Crónica