Los empresarios son nacionales si se quedan en las difíciles

La burguesía nacional productiva es imprescindible para recuperar un rumbo por un ¿renovado? Julio Bárbaro

Política 25 de octubre de 2020 Editor Editor
Un devuado coloquio idea
Un devuado coloquio idea

Empresarios que ganaron aquí, guardaron afuera y ahora, se van. Razones sobran, pasiones faltan. En las guerras asoma el patriotismo, ese amor que define la entrega a la tierra de los mayores antes que la propia vida. Burguesías nacionales abundan en Europa, cada quien, en su país natal, soñando con el triunfo de su sangre, de su tierra, de sus mayores. Recibimos millones de derrotados, de los que imaginaban el fin del continente que los vio nacer, aquellos barcos atestados. Algunos llegaban al norte soñado, como en la saga de “El padrino”, duros luchadores forjando nuevas místicas, la mayoría de ellos, a puro sacrificio. Mis abuelos vinieron cuando pensaron que la Italia natal les había cerrado el mañana. En cada viaje que he logrado hacer a su tierra, recuperé matices de mi infancia. Siempre pienso que dejaron Europa cuando nacía, y que quizás a sus nietos les pase lo mismo, y se cansen justo cuando se acerque nuestro renacimiento.

Los empresarios, la burguesía nacional, es parte esencial de una sociedad. Si nacieron con vocación patriótica, son el germen de la política siendo los que más tienen que perder, pueden convertirse en el basamento de un nuevo modelo nacional. En rigor, tuvieron mucho que ver con la vida política de nuestro país, fueron los ideólogos de las dictaduras, de todos los golpes de Estado, de la modernidad liberal que imaginó el progreso destruyendo la industria.

martin guzman 2Tensión en IDEA en medio de la exposición de Guzmán: “El ministro es el único que ve recuperación"

Representé al peronismo en el primer encuentro de IDEA en democracia. El liberalismo estuvo en manos de Álvaro Alsogaray, Rogelio Frigerio habló por el desarrollismo y creo recordar que también participó Armando Rivas. Es duro sentirse el último sobreviviente, de tantas historias. Esa, la de IDEA, es sin duda la que más me duele. Años después, varios de nosotros logramos imponer el modelo productivo de Bunge y Born. Recuerdo esos tiempos, mi teoría se basaba en las etapas del peronismo y su relación con el desarrollo industrial. Miranda y la Industria Flor de Ceibo, primera etapa; Gelbard y el aluminio junto con la pretensión del desarrollo informático, y finalmente Bunge, como momento del consumo y la exportación. Era la más grande empresa nacional, un capitalismo en serio, productivo, ligado al consumo popular. Recuerdo que cuando Menem nos autorizó a dialogar con los grandes empresarios, ellos imaginaban imposible participar de un modelo común. Uno de los grandes me dijo con cinismo: “Si yo pongo al ministro, será contra los otros, ellos harán lo mismo”. Esa gris mediocridad marca el ingreso en nuestra decadencia. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos, que fue el partido de los empresarios el responsable de esta terrible miseria que sufrimos.

El golpe del 76 fue contra “el populismo”, lo dieron cuando debíamos seis mil millones. En el 83, la democracia encontró que debíamos cuarenta y ocho mil, todo invertido “contra el populismo”. El genio de esa atrocidad económica fue Martínez de Hoz. Alfonsín no pudo, ni contra el peronismo ni contra los empresarios. Jugaron juntos, y luego, cuando vino Menem, los empresarios no acompañaron el plan Bunge, soñaban con el “libre mercado y la desregulación”. Así llegó Cavallo, socio de la dictadura, de los empresarios, de esos que dicen que no hay dirigencia política. Vendieron todo lo construido por nuestros mayores, el gas, la luz, los teléfonos, los ferrocarriles, el juego, los aeropuertos, las autopistas, con la justificación ideológica del vaciamiento según la cual el Estado era mal administrador. Las grandes fortunas de hoy no son resultado de la producción sino de la apropiación de los servicios públicos. Ahora se van unos cuantos, somos un gran país para ganar, parece que no lo somos para guardar. Imaginaban que las tarifas de los servicios mejorarían las inversiones. Estoy sin luz en pleno centro de la ciudad, consciente de la deuda proveniente de las ganancias de esas tarifas que huyen del país que las generó. Los empresarios son nacionales si se quedan en las difíciles, con ellos se puede construir un país. Los otros, es mejor que se vayan, la planta que no echa raíces no suele dar fruto. Carecen de proyectos productivos, solo piden rebaja de impuestos y la derogación de las leyes laborales. Casi no hay uno que dé para más. Los encuentros de IDEA son el espejo de hasta dónde pueden pensar, ninguno fue capaz de convocar al desafío de proyectos futuros. La vida me permitió hablar con Don Mario Hirch, jefe de Bunge, con Rogelio Frigerio y José Ber Gelbard, eran tres miradas sobre la argentina posible, ahora no imagino a ninguno que llegue más lejos de su propia conveniencia. Es cierto que la política tampoco deslumbra, en eso también tienen ellos mucho que ver.

Sobre las tierras quemadas, se deberían proponer granjas para colonos, con el INTA asesorando las bases de cada unidad productiva y convocar a vocacionales chacareros aunque me temo que no abunden esas familias seducidas por la voluntad de esfuerzo que motivó a nuestros mayores. Y el riego, ese milagro del agua que podría sacar de la aridez a decenas de miles de hectáreas, y multiplicar nuestra capacidad productiva. Ese camino nos daría trabajo y divisas, y nos devolvería una esperanza de futuro, tres cosas que nos hacen falta.

Ocupar tierras es delito, no más que concentrar el capitalismo en pocas manos, no más que imaginar a los banqueros y a los intermediarios más importantes que los sectores productivos. Perón hoy hubiera preferido a los sectores rurales antes que a los bancos y las privatizadas. Las naciones las generan los que invierten y los que trabajan, y son hijas de un proyecto, jamás el resultado de la codicia de los grandes ricos. Los empresarios productivos, los de verdad, esos no se van nunca, la tierra y las fábricas no se las lleva nadie. Son imprescindibles para recuperar un rumbo, un modelo, un destino. Necesitamos volver a enamorarnos de aquello que la vida nos legó, ponerle el cuerpo a la naturaleza, que el Estado se encuentre con la iniciativa privada coordinada con la ciencia y la tecnología. Tenemos todo, nos falta ponerlo en movimiento. Como decía el General, “conducir es poner voluntades en paralelo”, ese es el desafío del presente. Y como dicen los avisos serios, “intermediarios, abstenerse”.

Fuente: infobae

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