La traición de los economistas

Por Alejandro Galliano para Diario.AR

Política - Opinión09 de mayo de 2021EditorEditor
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A veces la Historia nos deposita en lugares que no esperamos ni merecemos. A una gavilla de contrabandistas y advenedizos criollos les tocó hacer la Revolución de Mayo; a Manuel Belgrano, jurista con ideas económicas de avanzada, le tocó dirigir ejércitos y comandar derrotas. Y a los economistas argentinos les tocó ser intelectuales.

La querella entre técnicos e intelectuales es tan vieja como la Modernidad. Enfrenta a dos maneras parciales pero tentadoras de ser y ver al mundo. Los técnicos hablan en nombre de datos que los trascienden, como si fueran esos datos los que hablaran a través suyo. No se presentan como portadores de valores generales más allá de su experticia ni se hacen cargo de los resultados sociales de los actos fundados en ella. Los intelectuales, por su parte, rubrican opiniones no especializadas sobre el significado de un acontecimiento al que interpretan poniéndolo en un contexto más general. Quieren participar de los debates públicos pero prefieren los problemas a las soluciones, o extasiarse ante lo "multiforme", lo "contingente", lo "polisémico" y otras volutas del alma humana.

El siglo pasado fue ingrato con los intelectuales. Luego de tomar conciencia de sí con el "caso Dreyfus", pusieron su pluma al servicio de batallas diversas (congresos y cartas abiertas, dictaduras y huelgas generales), hasta resignarse a ver al poder como una castillo al que podían entrar solo como invitados. Los técnicos tuvieron una suerte cambiante (gloria y loor durante la Belle Époque positivista, escarnio luego de Auschwitz e Hiroshima, retorno vencedor en Silicon Valley) y rostros diversos: burócratas de la razón de Estado, higienistas darwinianos, científicos de gesto adusto y corazón helado. 

Los economistas pudieron ser la última encarnación tecnocrática hasta que el Covid los transformó en intelectuales. Pero esa es una historia que conviene contar desde el principio.

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