A Davos lo que es del César

El Mensaje del Papa Francisco a Davos

Política - Opinión28 de enero de 2018 Editor
1452166806_0

oxfam

Por Marcelo Ciaramella, es Cura en la Diócesis de Quilmes, Argentina. Miembro del Grupo de Curas en la Opción por los Pobres.

La 48ª edición del Foro Económico Mundial reunió en estos días en Davos-Klosters (Suiza) a centenares de líderes del mundo de la política y de la economía, científicos y artistas. Unos 3.000 asistentes de 110 países. Este foro nació en 1971 por iniciativa del profesor Klaus Schwab, y es una fundación privada que discute estrategias para enfrentar las necesidades y desafíos del mercado mundial. A partir de 2015 fue reconocido formalmente como una organización internacional para la cooperación público-privada. Algo así como un club que pone al servicio de sus socios una infraestructura tecnológica y humana para establecer contactos políticos y empresariales del más alto nivel. Lo integran más de mil empresas de todo el mundo, principalmente de Norteamérica y Europa, que pagan una cuota anual para ser socios. Estos aportes privados sirven para financiar sus actividades, ya que el foro es una organización sin fines de lucro.

A pesar del carácter aparentemente social de esta reunión auspiciada bajo el lema “Creando un Futuro compartido en un mundo fracturado”, no deja de ser una de las más importantes “misas del capitalismo”, donde los participantes componen el staff del establishment global que alientan la ola neoliberal, generadora de las principales desgracias de nuestro mundo, en especial la desigualdad y la pobreza. A diferencia de organismos como la ONU, el Foro está gestionado por empresarios y no por estados o gobiernos. Los líderes mundiales no están obligados a asistir, aunque aprovechan las reuniones para realizar encuentros bilaterales y cerrar negocios o alianzas.

Oxfam Intermón, una organización no gubernamental de cooperación para el desarrollo (ONGD) centrada en el reto de la pobreza y la injusticia, suele acompañar el inicio del Foro de Davos con una estadística de los efectos del capitalismo en la economía global y la humanidad.  En 2017 el 82% de la riqueza generada en el mundo fue a manos del 1% más rico, mientras que el 50% más pobre de la población mundial obtuvo el 0%. Se produjo el aumento más grande de multimillonarios de la historia: uno cada dos días. “Las personas más ricas y poderosas que participan en el Foro Económico Mundial de Davos deben saber que ya somos millones las personas decididas a combatir la injusticia de la desigualdad. Podemos construir un mundo más justo y acabar con la pobreza de una vez por todas. Pero, para ello, se necesitan acciones, no sólo palabras” señala el informe de Oxfam, titulado “Premiar el trabajo, no la riqueza”.

 Cuando todavía resuenan los ecos de la visita a Chile y Perú, el Papa Francisco envió un mensaje a Klaus Schwab con motivo del Davos 2018. Me pregunto por qué el Papa Francisco —desde 2014— le escribe cada año un mensaje al fundador del Foro de Davos, siendo que este espacio es un foro público-privado organizado por los socios de un club.

Mirando el vaso medio lleno, podría tenerse en cuenta que Francisco ha tomado como una de sus banderas más relevantes la caducidad del capitalismo neoliberal y la necesidad de un nuevo sistema que permita hacer sostenibles los recursos del planeta y la supervivencia digna y justa de los seres humanos. De este modo podría leerse que, así como ha convocado a los movimientos populares, en especial de Latinoamérica, para reflexionar sobre la nueva construcción sistémica de otro mundo posible, se dirige ahora a los actuales gerentes del capitalismo neoliberal para que recapaciten (¿?) y pongan su reflexión al servicio de un sistema más justo. Ya lo había dicho con tono enérgico en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia en 2015:

“…Digámoslo sin miedo: queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los pueblos… Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana madre tierra, como decía san Francisco”.

Parafraseando a Jesús de Nazaret, es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja que los gerentes del neoliberalismo global recapaciten porque el Papa se los pide. 

Al comienzo del mensaje del Papa al Foro de Davos, el Papa se disculpa por no ir y agradece porque se ha incluido en el temario la perspectiva de la Iglesia Católica y la Santa Sede (¿?). Sigo mirando el vaso medio lleno y me respondo que es bueno que el Papa les recuerde a ese club de ricos que el capitalismo neoliberal mata, aunque lamentablemente haya omitido usar esta expresión. Pero el vaso medio vacío me interpela: ¿Se justifica tanta amabilidad y cuidado en las palabras dirigidas a un círculo de empresarios o jefes de estado a los que muy probablemente no les interese nada modificar el sistema que multiplica la pobreza y la desigualdad, pero que a ellos los ha convertido en socios de ese selecto club?

La lógica diplomática nada tiene que ver con la lógica evangélica. Son claramente opuestas. Dice el diccionario que el diplomático es “el que tiene un trato muy correcto y educado y dice las cosas de forma que no molesten”. Tal es el tono del mensaje del Papa esta vez. Es muy correcto, dice verdades incluso ya dichas por él mismo en otras ocasiones. Pero no causa molestia, no incomoda precisamente a un auditorio más que apoltronado en las mieles del jet set y sus cuentas en paraísos fiscales. No obstante, la prensa ha recogido una frase intimidante del Papa, una referencia a las causas de la pobreza:

“No podemos permanecer en silencio frente al sufrimiento de millones de personas cuya dignidad está herida, no podemos seguir hacia adelante como si la extensión de la pobreza y la injusticia no tuvieran causas. Es un imperativo moral, una responsabilidad que incluye a todos crear las condiciones correctas que permitan a cada persona vivir de un modo digno”.

La pobreza tiene causas. No es un fenómeno de generación espontánea como el discurso global pretende hacernos creer, convenciéndonos de que la pobreza es una distorsión del sistema. Pero las causas tienen un agente, un responsable (o muchos). Pasar del tono diplomático o magisterial al tono profético sería visibilizar a los responsables, muchos de los cuales están sentados en ese foro. Además no es tarea de todos revertir la pobreza. Es tarea de los que toman las decisiones políticas últimas en relación a los ganadores o perdedores del modelo económico que eligen seguir.

“La libertad económica no debe prevalecer sobre la libertad práctica del hombre y sobre sus derechos, y el mercado no debe ser absoluto, sino honrar las exigencias de la justicia”, asegura el Papa.

Pero ese cuestionamiento al mercado no va a inquietar precisamente a quienes profesan el credo neoliberal. ¿Vale la pena hablarle de la economía con rostro humano orientada al bien común a esa tribuna enfrascada en el reparto del mundo cual torta de cumpleaños? ¿No habría que decirles directamente que el problema son ellos? ¿Que son ellos los que dibujan el reparto de la riqueza y los que deciden la relación de fuerzas mundial y los que le dan la espalda a la desigualdad?

“Renuevo mis mejores deseos por el éxito del encuentro. Con gusto invoco sobre usted y todos los participantes del Foro las bendiciones divinas de sabiduría y fortaleza”, finaliza el Papa su mensaje. Es difícil de averiguar si la bendición llegó hasta esa gente o se disolvió antes de llegar. Más difícil sería saber si Dios desea el éxito de Davos, que se traduce en el fortalecimiento de las alianzas de poder neoliberal que dejarán un tendal de pobres y refugiados.

A Jesús de Nazaret le preguntaron, con ánimo de encontrar un argumento para condenarlo, si había que pagar el impuesto al César o no. (Lc 23,2) Y Jesús respondió con la frase ya convertida en refrán popular “Den (o devuelvan) al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. En mi opinión, creo que Jesús quiere decirles que el proyecto imperial del César, violento y dominador, no tiene nada que ver con el proyecto del Reino que él predica: un mundo de paz, fraternidad, solidaridad, justicia, gratuidad, construido desde los pobres. El proyecto del César no puede reemplazar al proyecto de Dios porque nadie puede reinar en lugar de Dios. A Davos lo que es del César.

El mundo que quieren los gerentes del neoliberalismo no es el mundo que quieren la mayoría de los creyentes y la buena gente.

Fuente: El cohete a la luna

Te puede interesar
Lo más visto