Reactivación económica: La industria se recupera y acelera

Los sectores productores de bienes vienen presentando un mayor dinamismo que los de servicios debido a la magnitud y a la durabilidad que el impacto de la pandemia tuvo en estos últimos. Cómo seguirá la recuperación.

Política - Industria 23 de agosto de 2021 Colaborador Colaborador
Industria

Considerar la industrialización como fase sinequanon del desarrollo contrasta con las teorías dominantes que recomiendan la no política (eliminar ministerios, organismos y programas de apoyo productivo). Desde esta visión, los Estados gordos entorpecen a los mercados que florecen cuando no los contaminan regulaciones, impuestos, subsidios, etc. Ahora bien, ¿el fracaso económico argentino es culpa de que el Estado asfixia la inversión o se debe a la falta de estrategia pública de industrialización? Esta problemática debiera abordarse desde una mirada holista entendiendo las experiencias de desarrollo, comparables con Argentina.

pymesPymes industriales alertan por pérdida de rentabilidad y de competitividad ante el aumento de la electricidad

Los países que más crecieron durante las últimas décadas implementaron Planes Industriales, al estilo de los “temidos” planes quinquenales peronistas. Tal es el caso de Corea del Sur (6 planes), cuyo PBI per cápita a principios de los años 1960 era un tercio del argentino y hoy es el triple, o China (15 planes), cuyo PBI per cápita en los años 1970 era 20 veces inferior al argentino siendo hoy ligeramente superior. A su vez, la evidencia empírica indica que las potencias como Estados Unidos, Japón y Europa lograron su competitividad industrial con altos salarios reales, apoyando con cuantiosos presupuestos sus corporaciones privadas y públicas.

En cambio, Argentina tiene baja competitividad con salarios estancados desde que la última dictadura quebró el modelo de sustitución de importaciones durante el cual -a pesar de los disfuncionamientos macro y las brechas micro de productividad- el producto subía, la educación mejoraba y se creaba empleo formal. Desde entonces, la desindustrialización expulsó trabajadores que no lograron ser reabsorbidos por el nuevo paradigma tecnológico, lo que generó exclusión social. En efecto, más allá de ciertos períodos de recuperación, en los últimos 45 años, la pobreza pasó de 4 por ciento a casi 50 por ciento, (40 por ciento, previo a la corona crisis). Estas divergencias revelan una errática trayectoria argentina que podemos resumir en 3 cuestiones:

1) Baja productividad de pymes industriales. Según la CEPAL, la brecha de productividad pyme -respecto de la gran empresa- es en promedio 20 por ciento para los países centrales y 70 por ciento para Argentina (media de América Latina). Es decir, mientras las firmas multinacionales operan con tecnologías similares en los diferentes tipos de países, el entramado pyme (99 por ciento del total de empresas) opera, en promedio, con un nivel de productividad de casi 3 veces inferior a las pymes de los países centrales.

2) Inexistencia de política sectorial: Las industrias relevantes tales como maquinaria computarizada, nuevos materiales, biotecnología, etc. concentran una gran masa de pymes en su articulación. En los países desarrollados, estos sectores actúan en entornos institucionales dinámicos con esfuerzos fiscales para la innovación, conformación de clusters, laboratorios de I&D, centros de servicios, etc. Mientras que los Programas Pymes en Argentina son horizontales, tienen muy baja cobertura (menos del 10 por ciento de las pymes acceden), están muy desarticulados y se sub ejecutan. Además, el diseño de herramientas públicas se orienta mayormente al mercado consultor y apuntan, en el mejor de los casos, a cubrir necesidades de las redes locales de las multinacionales.

3) Debilidad del Sistema Nacional de Innovación: el involucramiento pyme industrial y territorial depende de dos tipo de infraestructuras: física (obra pública) e intangible la cual se asocia a la acumulación de conocimientos, o sea a un sistema institucional que genere capacidades tecnológicas, donde la pyme no sea un simple apéndice descartable de la cadena global de valor sino que pueda potenciarse diversificando clientes y sustituyendo importaciones / proveedores; lo cual se logra atando la política industrial a la comercial, -tal como hizo el MITI japonés después de 1951-.

En suma, Argentina se retrasó comparativamente en su senda de desarrollo porque hubo desindustrialización, caída relativa de productividad y pérdida de capacidad tecnológica nacional sin involucramiento pyme en un marco histórico de liberalización económica o de políticas industriales de baja intensidad de gobiernos progresistas. Por eso es urgente, de una vez por todas, un plan.

Fuente: Página 12