Economía popular: la hija maldita del capitalismo financiero

Por Alexander Roig, Presidente del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social de la República Argentina

Economía 25 de septiembre de 2022 Colaborador Colaborador
pymes empleo

Cada capitalismo engendra sus hijos malditos. Malditos porque no son ni deseados, ni reconocidos pero son ineludibles. Malditos porqué estos mismos hijos buscan, con razón y justicia, derrocar a sus progenitores.

Así fue el caso de los capitalismos del siglo XIX: parieron el sindicalismo que organizó a los trabajadores para resistir y luchar en contra de los dueños de las fábricas. También tuvieron, sin ni siquiera imaginarlos, a las cooperativas y a las mutuales. El sindicalismo organizó las relaciones de fuerza para negociar las condiciones materiales de los trabajadores y confrontar con el capital. El cooperativismo y el mutualismo construyeron herramientas de autonomía frente al capital tratando de construir sus propias condiciones materiales. Distintas voces para un mismo canto de emancipación de la plebe del mundo industrial.

Y bien sabemos que los capitalistas son irresponsables… pero no estúpidos. En su afán de “no hacerse cargo” cambiaron las reglas del juego y desde fines de los años 60, principios de los 70 fueron orientándose hacia otra forma de organizar la acumulación de la riqueza: las finanzas (*). Ni los capitalistas industriales, ni los sindicatos, ni las cooperativas, ni las mutuales dejaron de existir. Pero poco a poco, los dueños de las fábricas dejaron de dominar la sociedad y fueron derrocados por quienes dominan el juego financiero; por ende los sindicatos, las cooperativas y las mutuales fueron perdiendo su dialéctica. Seguían siendo hijos malditos pero sus padres ya no eran los amos.

Progresivamente la “cuestión social” (**) , o sea el conflicto central de las sociedades industriales, dejó de ser solamente el salario y la propiedad de los medios de producción y pasó a ser el des-empleo y la propiedad de los medios de financiamiento. O sea los que manejan las reglas de préstamos y de tasas de interés, los accesos a los mercados de capitales, a la bolsas u otros activos financieros.

Esta última afirmación, es lo que no terminamos de asumir. Lo cual es bastante comprensible teniendo en cuenta el deseo de los capitalistas: que no entendamos. Nosotros (los trabajadores) quedamos desorientados frente a este nuevo panorama, pero ellos (los financistas) a su pesar, quedaron engendrando nuevos hijos malditos. Pero no nos apuremos, primero tratemos de ver qué fue lo que nos pasó.

Del pleno empleo al pleno trabajo
Una lectura avispada no habrá dejado pasar que hablamos de “cada capitalismo” y no “del capitalismo” en singular. ¿Por qué? Porque cada capitalismo tiene una definición nacional (según su lugar) y en cada momento de la historia (según su tiempo) y los capitalismos van mutando. Esta concepción plural nos permite pensar cada país y cada período pero sin negar que hay algo común a cada capitalismo: una lógica dominante a nivel mundial. Por eso gran parte de la reflexión que proponemos aquí es válida para algunos países que alguna vez fueron una sociedad industrial, aunque periférica como la nuestra (***).

Entonces volvamos: ¿Qué son los capitalismos financieros? Son, simplificadamente, aquellos capitalismos donde los que ganan plata son quienes hacen negocios financieros. Los actores pueden ser, además de bancos o fondos financieros, también industriales o dueños de grandes campos, pero lo que “los mueve”, ahora, es el negocio financiero. En Argentina esto empezó en los años 70 durante la dictadura con las políticas que impulsó Martinez de Hoz y cuyas instituciones financieras (o sea el conjunto de reglas del mundo financiero) siguen vigentes o fueron profundizadas por las políticas de los años 90 o del gobierno de Macri. Para dar dos ejemplos la ley de entidades financieras de 1976 sigue gobernándonos casi 50 años después. Desde el gobierno de Macri, como en la dictadura, nos gobierna la deuda externa.

Esta nueva forma de organización de la economía tuvo un efecto profundo sobre el trabajo: entró en crisis el empleo. Y acá tenemos un punto clave de la gran confusión en la que estamos sumergidos. Empleo y trabajo no son lo mismo. El empleo es una forma posible de trabajo en la que existe una relación de dependencia. Y es por eso que el empleo tiene un marco jurídico donde se reconoce la relación asimétrica con el empleador, un sistema de protección social y de derechos colectivos e instituciones para negociar salarios como lo convenios colectivos de trabajo, con una forma tripartita de negociación entre empleadores, empleados y el Estado como árbitro del partido. El empleo es el modo en el que se organizó el trabajo en el capitalismo industrial a finales del siglo 19 pero que sobre todo existió masivamente y con todas sus instituciones desplegadas en las sociedades industriales después de la Segunda Guerra Mundial. Lo que se denomina “el trabajador asalariado” predominó solo durante casi 30 o 40 años, un paréntesis para lo que son los 500 años de capitalismo. El empleo, en esa forma, es una excepción en la historia del trabajo de la humanidad, que recuerdan hoy con nostalgia los que lo vivieron, que dista de ser el conjunto del planeta. La humanidad pocas veces y en algunos lugares vivió asalariada: la humanidad siempre trabajó pero no siempre estuvo empleada. Es algo que saben gran parte de los países de América Latina y de los países periféricos y bien saben los menores de 25 años en la Argentina. Apenas 400.000 son empleados. El resto, trabajan en otras relaciones: en un delivery, en la economía popular o en un call center. Hace algunos años, Nicolas Buisson escribió un libro cuyo título refleja gráficamente este cambio: “El empleo ha muerto, viva el trabajo” (****).

El ocultamiento del capitalismo financiero
Ya mencionamos que a partir de los años 70 entró en crisis la figura del empleo, pero ¿por qué? El empleo era una manera específica de organizar el trabajo cuando la forma de obtener que no son solamente el empleo de las personas y de las máquinas. Es también y sobre todo, mediante la renta financiera. Eso generó, en los países centrales como Europa o Estados Unidos, lo que se ha llamado “desempleo masivo”. La mayoría de los capitalistas empezaron a preferir vivir de rentas que organizar el trabajo y la producción, y el des-empleo es su consecuencia inmediata.

Agreguemos a la situación que los capitalistas estaban “cansados” y/o tenían “miedo”, (piénsenlo como quieran) de confrontar con los empleados, y desarrollaron estrategias de disimulación, de camuflaje. Porqué hay algo imprescindible de entender en el funcionamiento de la economía: todo proceso de acumulación de capital implica una relación social con el trabajo. De mayor o menor intensidad, de mayor o menor visibilidad. Pero siempre está. Lo vidinero era a través de la captación de la plus-valía preferentemente sobre el trabajo. El negocio financiero que se da en los capitalismos financieros, gana dinero con otros procesos mos en la pandemia. Se dejó de trabajar y producir y se dejó de acumular. Los capitalismos financieros no implican una desconexión con el trabajo, implican una disimulación, un ocultamiento de su relación con el trabajo.

En Argentina aún tenemos un sistema estadístico que corresponde a la sociedad industrial y a esto se le suma la dificultad de mensurar las dinámicas propias de la disimulación lo que hace que los datos que tengamos sean aproximados. Sin embargo, podemos poner algunas referencias rápidamente. Hoy hay 6,5 millones de empleados en el sector privado, 3,5 millones de empleados en el sector público, y 1 millón de desempleados que buscan activamente entrar en el mundo del empleo. Son 11 millones de personas que forman parte del mundo del empleo. Por otro lado tuvimos durante la pandemia la producción de un dato clave: 11 millones solicitaron el IFE (ingreso familiar de emergencia) cuyo requisito fundamental era no estar en relación de dependencia. En ese momento, los organismos oficiales pensaban que el IFE iba a ser solicitado solo por 3,5 millones de personas. Fue el triple. Indicador de un defasaje muy grande sobre la imagen que nos hacemos sobre la sociedad y el mundo del trabajo. En estos 11 millones de trabajadores y trabajadoras que solicitaron el ingreso de emergencia hay cerca de 2 millones que podrían estar en condiciones de entrar al mundo del empleo, 7 millones que generaron su propio trabajo y su vida productiva (fenómeno que se fue denominando economía popular) y 2 millones de personas que necesitan políticas sociales asistenciales debido a problema con la justicia de largo plazo, consumos problemáticos que dificultan la organización del trabajo, etc.

Si, son 11 millones de personas que no están empleadas y casi todas trabajan. Por las dudas y ya que estamos, despejemos un debate mal planteado. Los que hoy reciben un salario social complementario (mal llamado plan social) y que hoy se encuadran en el programa Potenciar Trabajo son 1,3 millones. Un 11,8% de los des-empleados, un 5,9% de todos los trabajadores. No es el problema central.

Pero además de esta radiografía, agreguemos que lo propio del capitalismo financiero es que deja poco capital para la inversión productiva . No tener crédito para la producción sería una de sus consecuencias. La Argentina está entre los 10 últimos países del mundo en términos de Crédito sobre PBI. Por eso el sector privado, con toda la furia y viento a favor, puede crear 200.000 empleos al año. Osea que sí hacemos el cálculo, en el mejor de los casos para “emplear” a los 11 millones de trabajadores necesitaríamos 55 años. Pero si además agregamos que el crecimiento vegetativo de la población argentina que ingresa por año al mercado laboral es de 300.000, entonces en 55 años no solamente no habremos empleado a los 11 millones sino que tendremos 100.000 más de “no-empleados” por año, o sea 5 millones. En el 2077 tendremos 16 millones de trabajadores no empleados.

Este panorama en el mundo del trabajo es fruto de los capitalismos financieros y esta es la relación social que construye. Tiene el nombre paradojal de des-empleo, y fue ahí, en ese lado oculto de la luna, que los hijos malditos del capitalismo financiero argentino tuvieron que cambiarse el nombre. No se llamarían más “desempleados”. Serán trabajadores y trabajadoras de la economía popular.

*Esta es la primera parte de una serie de cuatro notas sobre Economía Popular que estaremos compartiendo próximamente.
 
Citas:

(*) Ver: Lazzaratto Guerres et capital

(**) Robert Castel

(***) Ominami y Lipietz

(****) Buisson, N. (2005), El empleo ha muerto, viva el trabajo, Ciudad y país, Editorial.

Fuente: Medium.com

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