La industria 4.0 y los desafíos que enfrenta Argentina hacia el futuro

Debemos renovar la industria y reconfigurar nuestro sistema productivo y, a la vez, regenerar las condiciones para convalidar un piso alto en términos de derechos sociales

Política - Opinión05 de julio de 2018EditorEditor
20180705 - fernando peirano

Por Fernando Peirano Profesor de Economía Internacional e Innovación en la UBA y la UNQui

La industria volvió a ser la locomotora de la productividad. Claro, no en Argentina actual. Nos referimos a lo que está ocurriendo en el resto del mundo y, en especial, al resurgir del sector manufacturero en Europa y Estados Unidos. Una industria en el cual el paradigma digital está renovando sus procesos y reconfigurando a los límites de las empresas.

Cambios que justifican que muchos ya hablen de una cuarta revolución industrial. Porque no se trata del avance que permite la compra de una máquina o el surgimiento de una nueva herramienta. Más bien, es el resultado de la combinación de varios elementos asociados a la capacidad para aprovechar el Big Data, la impresión 3D, la realidad aumentada, la inteligencia artificial, la nube, el diseño asistido por computadora, los sensores y la nueva generación de robots. Esta convergencia de tecnologías, o combinación, está formando un sistema productivo más articulado y, al mismo tiempo, más flexible. Con modelos de trabajo y procesos que se desplieguen a partir de redes de empresas, volviendo porosas a las paredes de las fábricas y desdibujando las fronteras entre la industria y los servicios.

La digitalización no solo permite una mejor coordinación, sino que revitaliza las fuentes de la rentabilidad empresaria. La explosión de datos permite, a quien los reúne y analiza, conocer mejor la dinámica del mercado y, en especial, los hábitos y preferencias de los consumidores. También ofrece la posibilidad de ganar eficiencia en la gestión de la línea de producción, con productos más diferenciados junto con la reducción de tiempos muertos. Asimismo, se dan avances en la eficiencia energética y las mejoras en las compras, la gestión de stocks y la logística. Impactos que se traducen en premios monetarios para las empresas que sacan provecho de estos cambios.

El paradigma de la industria 4.0 también brinda oportunidades del otro lado del mostrador. Esta renovación de la infraestructura productiva revitalizó el papel de los proveedores de bienes de capital, en especial los de electrónica y software. Y la aparición de nuevos servicios entre los que se destacan la implementación de estos nuevos sistemas, el mantenimiento preventivo y la ciberseguridad.

La economía siempre está en movimiento y transformación:  en los sistemas productivos más pujantes, la innovación forma parte de la rutina económica

La economía siempre está en movimiento y transformación. En los sistemas productivos más pujantes, la innovación forma parte de la rutina económica y, en todo caso, algunos de sus resultados pueden apreciarse como novedades o puntos de inflexión. Pero, cada tanto, la transformación tecnológica obliga a replanteos institucionales, adecuaciones sociales y políticas. De otra forma, los Estados junto a sus regulaciones e instrumentos corren el riesgo de volverse obsoletos. La capacidad para acertar en la definición de nuevas reglas y el ritmo con que se implementan son variables que definen si la transformación tecnológica y productiva es una fuente de oportunidades o de retrocesos para los países.

 Argentina hoy enfrenta esta transición en condiciones macroeconómicas adversas. A la incertidumbre propia del cambio tecnológico se le suma una fuerte incertidumbre económica. Mientras que las necesidades de crédito para financiar la transformación se hacen más importantes, las condiciones financieras imponen tasas altas y plazos cortos. Cuando las capacidades para generar, absorber e implementar nuevos conocimientos se revalorizan, las instituciones públicas de ciencia y tecnología pasan por una etapa de marcado retroceso y pérdida de rumbo.

Por eso más que nunca es momento para definir una hoja de ruta clara y que brinde algunas certezas: una hoja de ruta trazada a partir de una rigurosa evaluación de las fortalezas y las debilidades de sector industrial argentino

Por eso más que nunca es momento para definir una hoja de ruta clara y que brinde algunas certezas. Una hoja de ruta trazada a partir de una rigurosa evaluación de las fortalezas y las debilidades de sector industrial argentino. Una evaluación que no es sencilla ni inmediata, ya que estamos ante una entramado heterogéneo y diverso, donde conviven empresas y sectores forjados en los subes y bajas de nuestra economía pendular.

Certezas que podrían edificarse a partir de cuatro premisas. En primer lugar, establecer que apuntamos a tener una industria que sea usuaria de estas nuevas tecnologías, pero también productora de innovaciones y soluciones productivas. Apoyarse tanto en la adoptación temprana como en potenciar las habilidades ya logradas en energía nuclear, agricultura de precisión, software, genética, satélites, radares y equipamiento médicos, entre otros.

En segundo lugar, aprovechar la transformación para combinar más que para sustituir. A la vista de los recursos naturales disponibles, el resiliente entramado productivo y las probadas capacidades científicas y tecnológicas, las fuentes de valor agregado de Argentina se amplifican cuando los proyectos que se apoyan en dos o tres de estos factores. Priorizar iniciativas donde agro, industria y conocimiento se necesiten mutuamente, en lugar de apostar por ampliar márgenes reduciendo salarios o ampliar volúmenes de exportaciones sin avanzar hacia segmentos más sofisticados.

Un tercer pilar está asociado a considerar no solo lo tangible sino también lo intangible. La industria argentina vale por cada una de sus fábricas, pero vale aún más por los sistemas productivos y las tramas de relaciones que se han constituido durante décadas. Tramas de relaciones que en algunos casos contienen complejas cadenas de proveedores y clientes, de pymes y grandes empresas, que elaboran productos sofisticados, innovadores, de alto valor agregador y reconocimiento internacional. Tramas que también se nutren del vínculo con instituciones públicas y del acceso a buenos servicios técnicos y profesionales. Este es un activo intangible y social que no muchos países poseen.

Y, como cuarto precepto, abordar este desafío asumiendo que la transformación tecnología no se limita a la renovación de artefactos, sino que se trata de constituir nuevos sistemas. Por eso, se trata de un proyecto social y colectivo, en el que el ritmo lo marca el más rezagado, sin importar cuán rápido o adelante ya se encuentre el primero.

Y frente a las consecuencias sociales de esta transformación, que a primera vista son inquietantes, abordarlas construyendo una perspectiva propia, adecuada para un país de desarrollo intermedio, donde muchas pautas aún están abiertas. No hacer nada o hacerlo tarde, seguramente, nos llevará a converger hacia las condiciones de países más pobres. Pero al mismo tiempo, hacerlo acertadamente o de forma temprana puede permitirnos superar nuestro techo y alcanzar un nuevo nivel. Por ejemplo, mientras que la tendencia global configura una relación inversa entre difusión tecnológica y empleo, en Argentina las pymes que más invierten en tecnología o son más activas en innovación son las que han creado más empleos de calidad, puestos de trabajo de mayor productividad y han podido pagar salarios por encima de la media. En la medida en que la renovación tecnológica permita conquistar nuevos mercados o ampliar la demanda, la relación entre tecnología y empleo puede ser virtuosa, en especial para un país que aún está lejos de la frontera tecnológica.

Es importante señalar que no solo se trata de renovar la industria nacional y reconfigurar a nuestro sistema productivo, sino también de regenerar las condiciones materiales para convalidar un piso alto en términos de derechos sociales y la continuidad de la clase media

Por eso, es importante señalar que no solo se trata de renovar la industria nacional y reconfigurar a nuestro sistema productivo, sino también de regenerar las condiciones materiales para convalidar un piso alto en términos de derechos sociales y la continuidad de la clase media, en un mundo donde empleo y pobreza han dejado de ser condiciones excluyentes. Transformaciones que no pueden resolverse si no se complementan con una mirada prospectiva sobre la región y el mundo. Atender a las grandes tendencias globales, no para censurar las tensiones internas ni para renovar la retórica de los discursos sino para desentrañar los cambios y descifrar dónde están los espacios para nuestro desarrollo.

Fuente: El Economista

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