El Gobierno y sus recetas con olor a pasado

Un análisis sobre los argumentos del oficialismo para volver al FMI, sus consecuencias y la necesidad de unidad opositora. #NotaDeOpinión del Diputado provincial Mariano Pinedo

Política - Opinión 17 de mayo de 2018 Editor Editor
mariano pinedo

Por Mariano Pinedo

Cuando los malos resultados de una política quedan tan expuestos, la reacción y las medidas que se toman inmediatamente nos permiten ver con claridad de qué lado está parado el Gobierno de Cambiemos. El anuncio del presidente Mauricio Macri sobre el regreso de la Argentina al Fondo Monetario Internacional es la consecuencia de un cúmulo de equivocaciones que han cometido en pos de mantenerse en un rumbo que no hizo más que profundizar los problemas del país y generar nuevos desequilibrios que tardarán años en revertirse.

Sabemos que la disyuntiva que atraviesa cualquier democracia, en Argentina de una manera visceral, es qué lugar ocupa la política, desde dónde se toman las decisiones y a quién se beneficia: si a la sociedad en su conjunto o a los intereses económicos concentrados. Mientras tanto, vemos con claridad que hoy el bien común es suplantado salvajemente por el beneficio contante y sonante de quienes juegan a la especulación obteniendo ganancias siderales que paga el Estado, mientras por otro lado se asfixia al mundo productivo y a las clases medias y bajas con tarifas dolarizadas y recortes en todas las áreas.

La situación económica llegó a un punto crítico, por errores propios e infortunios ajenos nunca previstos por el “mejor equipo de los últimos 50 años”, y asistimos al asfixio final de la coartada política predilecta de Cambiemos: culpar de todos los males al peronismo en general y al Gobierno anterior en particular. Resultará interesante observar cómo harán para sostener ahora el discurso sobre los supuestos buenos resultados de su gestión y el creciente interés de inversores, confiados en sus políticas, mientras salen corriendo a pedirle plata al FMI.

En paralelo, las malas decisiones se traducen en el deterioro constante de la población. Según un estudio del Centro de Economía Política Argentina (CEPA), desde diciembre de 2015 a febrero de 2018 se crearon 345.449 nuevos empleos "registrados". Pero hay un dato revelador: el 85.3% de esos nuevos puestos son monotributistas, empleados estatales y empleados de casas particulares. Números que, por sí solos, no dicen nada. Sin embargo, si los comparamos con los dos últimos años del gobierno de Cristina Fernández, toman real valor. Durante esa etapa de la gestión de la expresidenta, sólo ocho de cada 100 empleos que se creaban eran monotributistas y el 28% del empleo era generado por el sector privado. En la etapa macrista, el trabajo monotributista escaló al 53.2% cada 100 nuevos empleos y el sector privado descendió al 14.7% del total. Esta migración del trabajo en relación de dependencia formal al trabajo monotributista genera en el trabajador una degradación de sus ingresos y la pérdida de derechos laborales adquiridos.

Todos los combos que ofrece el gobierno de Mauricio Macri son inquietantes para la clase media. Medidas que asustan hasta a los economistas más ortodoxos y neoriberales. Tarifazos, paritarias a la baja, inflación. Ahora FMI. La depreciación del salario está generando cambios de hábitos del consumo, que impactan de lleno en las economías regionales y familiares y la destrucción de la pequeña y mediana empresa. Un cóctel explosivo, sobre todo para las periferias urbanas y el interior. 

Al mismo tiempo, según el ranking elaborado por la consultora Bloomberg durante los meses de 2018 Argentina fue el país que más devaluó su moneda, mientras los economistas del Gobierno aseguran que este proceso es simultáneo a otros países. Una verdad a medias, que resulta mentira a fin de cuentas. La devaluación, como lo enseña la historia económica de nuestro país, redundará en un impacto en los salarios de los trabajadores y otro triunfo de los grupos concentrados de riqueza que, ante cada volatilidad del dólar, se cargan los bolsillos con cifras siderales de miles de millones de pesos. Y encima, el mercado comenzó a quitarles el apoyo.

Al gobierno no le tiembla el pulso en ser duro con los débiles y flexible con los poderosos. Más pasa el tiempo, y más claro se vuelve el panorama. No van a poder continuar con las campañas de manipulación con las que convencieron a amplios sectores de que era necesario pasar penurias en pos de un futuro mejor. Sobre todo, porque mientras piden sacrificios a millones, unos pocos vivos se están llenando de dinero con la timba financiera. Para muestra sólo hace falta un botón, decían las abuelas: con la última devaluación, el gabinete de Mauricio Macri ganó 61 millones de pesos.

Lo que vivimos en estos últimos días puede redundar en una nueva crisis en el corto o mediano plazo. No es posible convivir con tasas del 40% que dinamitan la posibilidad de acceder a un crédito, ya ni pensemos en el consumo, sino sobre todo productivo. ¿Quién va a invertir teniendo a mano la posibilidad de hacerse de una renta fija garantizada por el Banco Central? Mientras tanto, los gurúes y sus adláteres insisten en que la inflación se mantendrá a raya y uno se pregunta qué tipo de magia practicarán. ¿Ellos tendrán fe en sus propios trucos?

Como siempre, la gente de a pie se ve en una encrucijada sin salida, sin solución de continuidad, con los sindicatos apretados política y judicialmente, con un Poder Legislativo a tiro de veto, y con un Gobierno que no escucha ni razona porque, probablemente, esté jugando otro partido. Su reacción frente a la última crisis del dólar deja en evidencia que no están dispuestos a modificar el rumbo porque su compromiso no es con el país, sino con los que financian este supuesto gradualismo. Ellos saben que el costo político de acudir al FMI es muy alto e intentarán morigerarlo aduciendo, otra vez, la herencia recibida. El Fondo era la respuesta a qué haría el Gobierno si el financiamiento del mercado se cortaba, una posibilidad que se había revelado como cercana en estos últimos días. Ellos ya dejaron en claro que no habrá rectificación y que, antes que pelearse con sus socios y acreedores, preferirán profundizar el ajuste, seguir culpando de todo al kirchnerismo y cargar el peso de la crisis sobre la espalda de los trabajadores.

Es hora de unirse, arremangarse y seguir la huella que nos dejó Evita, que está y estará siempre en el corazón del pueblo. Con el cuerpo y alma, aún en los dolores y en las heridas, haciéndose cargo de un camino que busca grandeza y felicidad. Es hora de unirse, por la fuerza de su amor y presentar una alternativa para soñar con un 2019 representando lo elemental de nuestra propuesta: tierra, techo y trabajo.