Gelbard, FATE y ALUAR - parte 2

Mundo Empresarial te acerca el extracto del libro "Autonomía Tecnológica" de Bruno Pedro de Alto que relata la relación de Gelbard con la industria nacional Parte 2 de 3. Cada Domingo.

Política - Opinión20 de enero de 2019EditorEditor
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Segunda Parte

Por Bruno Pedro De Alto


El proceso de contratación directa para la fábrica nacional de aluminio, luego de un proceso licitatorio enmarañado y hecho por un Gobierno de Facto, supuso una cantidad importante de cuestionamientos. Quién pudo sintetizarlos y capitalizarlos fue el Senador Nacional de la Unión Cívica Radical por la provincia de Chubut entre 1973 y 1976, el abogado Hipólito Solari Yrigoyen. Todas estas observaciones llegaron al Parlamento que se restituyó a partir de 1973, pero quedaron socavadas por la voluntad política y el éxito político de la CGE que había encaramado a su líder Gelbard como Jefe de la economía nacional, y desde allí empezó a desarrollar su plan de apoyo a la burguesía nacional. Por su otro lado, Manuel Madanes salió ileso de los embates legales que se dieron contra la empresa; y no solo eso, sino que además fue el empresario estrella de aquella gestión. Lanusse se había retirado – contra sus aspiraciones políticas que creía sería una jubilación en paz. Pero nada se mantuvo en calma durante mucho tiempo.

El cielo y la tierra

Regresado Perón al país, y obtenido el gobierno con un 62% de los votos, confía en Gelbard, el gran referente de los empresarios nacionales, para dirigir la economía. José Ber Gelbard fue ministro de Economía entre mayo de 1973 y octubre de 1974. Buscó restablecer la alianza social que había fundado al peronismo en los años 40, las PyMEs nacionales nucleadas en la Confederación General del Trabajo de la República Argentina y el movimiento obrero argentino con la CGT.

Sin dudas que la muerte del presidente Perón el 1° de julio de 1974 implicó en todos los órdenes del país, cambios drásticos, y obviamente a la experiencia explícita de independencia tecnológica de la División Electrónica de Fate le significó un mojón dramático, en el cual se develó lo siguiente: pasó de ser un modelo de desarrollo a imitar hecho por la burguesía nacional, a una experiencia que afrentaba ideológicamente contra el orden de derecha que asaltó el poder a partir de la desaparición del líder del movimiento nacional. Fue cuando a la conducción tecnológica de la División se los señaló con injusticia y prejuicio desmesurado “como peronistas militantes y clasificados por la inteligencia militar como un foco de subversión”.

Una vez que Isabel de Perón, asumió como Presidente de los de los argentinos, se deshizo de los ministros vinculados a la “tendencia”(1), pero conservó a Gelbard a pesar de las presiones de la derecha peronista.

A Gelbard, la muerte de Perón le hizo perder su principal base de sustentación política y su exclusión definitiva del gobierno llevó unos pocos meses más, aunque su renuncia fue rechazada varias veces por la presidenta Martínez de Perón, quién lo retuvo siguiendo el consejo de su extinto marido, dado que le había señalado a último momento de su vida que Gelbard era el único ministro del que no debía desprenderse, por ser una pieza de equilibrio en el gabinete. Sin embargo, a instancias de José López Rega, ese equilibrio que aspiró Perón en vida, una vez muerto debía modificarse: para la ortodoxia don José representaba el último vestigio de un gobierno de izquierda que debía ser eliminado. El sentido del término “eliminado” era también literal, desde agosto se habían desencadenado asesinatos de distintos referentes de la izquierda peronista, y Gelbard sabía efectivamente que había pasado a ser un blanco móvil. Como Ministro había logrado cierta protección, pero ya en el llano vivió meses de miedo.

Sin embargo el fin del “Pacto Social”(2) significó la salida de Gelbard del gobierno, dado que en la práctica el gobierno de Isabel fue haciendo languidecer el Pacto Social que tan trabajosamente había pergeñado Gelbard durante años y no con pocas dificultades había instalado desde el 25 de mayo de 1973. Cuando se retiró del gobierno en octubre de 1974, ya había transcurrido un año del golpe de Estado en Chile, donde acompañada de una feroz represión, se inició la primera experiencia económica mundial del monetarismo, ideada por la Escuela de Chicago, es decir por la doctrina del Departamento de Economía de la Universidad de Chicago, liderada por Milton Friedman. En esos momentos, en Argentina, los economistas, políticos, académicos y divulgadores de la Escuela de Chicago, ya estaban preparándose para imponer un quiebre histórico en la economía argentina. Eran sólo un puñado de economistas, pero de peso relativo importante: se expandían en círculos privados, tales como institutos de investigación, lobbies y empresas. Con ese panorama, con una cantidad de “evangelizadores” diseminados por el libre mercado, y el repliegue del modelo de la CGE, hubo sectores del gobierno que impulsaron cierta idea de compulsa corporativa la cual se dirimiría la negociación de salarios. Eran los economistas peronistas tradicionales, como Alfredo Gómez Morales, quien fue el dinamitador de la gestión de Gelbard con el objetivo de sucederlo, con la intención de usar “la muñeca” del Estado negociador entre empresarios y trabajadores: por ende, adversario de la concertación social.

En alguna medida, Gómez Morales tenía razón: los tiempos eran otros, los sindicatos ya no le eran compañeros disciplinados del peronismo, menos aún con su líder muerto, y por parte de los empresarios, el vacío dejado por la CGE fue ocupado por la Acción Coordinadora de Instituciones Empresarias Libres (ACIEL), Agrupación intersectorial creada en 1959, que incluía a la Unión Industrial, a la Cámara Argentina de Comercio, a la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y la Sociedad Rural Argentina, quienes ya habían sentenciado el fin de la experiencia democrática al considerar cada vez más las prédicas de los Chicago Boys locales. Esas negociaciones paritarias de 1975 fueron las últimas escenas del tercer gobierno peronista, dado a partir de 1976 la instalación de las primeras ideas monetaristas y de Libre Mercado que se desplegarían en su esplendor con la dictadura argentina de Videla.

Pero la muerte de Perón trajo otra tragedia anidada en su círculo íntimo. Desde las más altas esferas de aquel gobierno democrático, y también se supone que con el conocimiento de Perón en vida y de su sucesora, se despliega el accionar represivo de la autodenominada Alianza Anticomunista Argentina (AAA) o Triple A la cual era una organización parapolicial de ultraderecha. La triple A hizo del asesinato político, las amenazas de muerte, la colocación de bombas y las listas negras su Modus Operandi. La Triple A era el accionar directo, la solución violenta que se ofreció un viejo y siempre presente pensamiento reaccionario que argumentó que en Argentina se venía desarrollando “una conspiración judeo-marxista-montonera”, que había podido desarrollarse como consecuencia de la existencia de un ambiente propicio, “creado por el liberalismo democrático”. Gelbard sabía que él estaba implicado en ese razonamiento, era la visión del problema judío de las corrientes de corte nazi-fascista, con origen en argumentos religiosos tradicionales que lo habían perseguido toda la vida.

La espiral de violencia que se aceleró a partir de agosto de 1974 tocó a Fate. Mientras se la pudo sostener, la actitud ética y política de la sociedad Madanes – Gelbard fue sorprendente, y el caso del General chileno Carlos Prats, ex comandante en jefe del ejército y ministro de Salvador Allende lo certificó. El gobierno argentino le dio refugio político a Prats y personalmente Gelbard le gestionó un empleo en Fate. En Chile su vida corría peligro. "Me vine a la Argentina en azarosas condiciones, en la madrugada del 15 de setiembre (1973), al ser prevenido de que grupos descontrolados trataban de liquidarme", había escrito el general chileno, y aquí, a pesar de aquel amparo fue víctima de los dispositivos represivos en conjunto de las dictaduras latinoamericanas. En un plan articulado de represión conocido como “Plan Cóndor” los servicios chilenos actuando libremente en territorio argentino lo asesinaron junto a su esposa en septiembre de 1974, colocándole una bomba debajo de su auto. Otro caso durísimo, en este caso directamente vinculado a Fate División Electrónica, fueron las amenazas y dos atentados con bombas sufridos particularmente por la esposa del ingeniero de la División Electrónica de Fate, Pedro Joselevich en septiembre de 1974. La familia entera resultó ilesa y se exilió en cuestión de horas. En este caso la autoría fue de la Triple A.


Las cavilaciones de Manuel Madanes.

La derrota política y renuncia al gobierno de Gelbard, los atentados en el entorno de la empresa, el encono político contra Aluar, la pérdida de apoyo entre las fuerzas armadas, habían puesto en alerta a Madanes, quien en definitiva antes que un burgués nacional era un empresario preocupado por su hacienda. Manuel había entrado a la gestión pública haciéndose cargo de la Corporación de Empresas Nacionales, pero viendo el estado de situación en que se sumergía el gobierno renunció en julio de 1974, y le aconsejó a su socio que hiciera lo mismo. Pronto vendría, en agosto, el regreso a escena del contrato que el anterior gobierno militar le adjudicó de manera directa a Aluar por el negocio del aluminio. Si bien el senador Hipólito Solari Yrigoyen se había destacado desde el inicio del proyecto con certeras críticas, solo se remitió a escribir un documentado libro que se llamó “El escándalo Aluar” donde ventiló los procedimientos críticos de la adjudicación. Pero su autor no se involucró en la comisión bicameral que investigó el caso entre 1974 y 1976. ¿Los motivos? Parecería que, para el Congreso, los ejes de su denuncia – el tratamiento del patrimonio público – eran menos importantes que la persecución política de Gelbard – Madanes.

Manuel Madanes, realmente se lamentaba de la situación de don José, habían compartido juntos muchos años de una trabajosa construcción societaria, siempre de menor a mayor, y ahora que parecía que habían logrado sus metas económicas y políticas, todo comenzaba a derrumbarse. En las buenas y en las malas se trataban mutuamente de usted, y en esos términos discutieron la separación. Sin embargo, Gelbard se resistió del pedido a pesar del agravamiento de la cada vez más restrictiva situación de la sociedad. Las discusiones finales fueron ásperas y a la vista del resto de los socios. Ellos se encontraron por última vez en la Argentina en octubre de 1975.

Madanes quería deshacer el pacto comercial que unía las dos familias en Pecerre, la empresa controlante de Fate y Aluar. Gelbard sabía que para su socio sería más fácil que para él, que había puesto el cuerpo en la política, reconvertirse en el futuro. Madanes argumentaba que la persecución política a Gelbard terminaría por hundir a ambos (13).

Con su socio en desgracia, y transformándose en un verdadero perseguido político, Madanes buscó gestos y cómo encarar los cambios para los nuevos tiempos. Hacía un repaso de sus negocios y verificó que la empresa de neumáticos era su empresa insignia la cual sostuvo financieramente el despegue (y algunos argumentaban que también el largo y ambicioso desarrollo) de la División Electrónica, y que debería seguir siendo el rubro principal del grupo ; y por otro lado, estaba Aluar, que si bien seguía siendo atacada desde distintas instancias y argumentos, era un gran negocio y con posibilidades de auto superarse con gestión tecnológica que era la marca distintiva del grupo Fate.

Quedaba la División Electrónica, la cual en definitiva era una unidad de negocios anidada en la fábrica de neumáticos. En términos tecnológicos y de segmentación de mercado, había sido un éxito: al calor de un mercado demandante y apoyándose en la producción escalonada, se había llegado a un estadio tecnológico previo para concretar la primera computadora nacional. Pero Madanes no se sentía capaz de resolver por sí solo qué hacer con la División, porque cada uno de los argumentos en contra que recibía, estaban relacionados con decisiones de las que estaba orgulloso de haber tomado. Le decían que la brecha tecnológica con otros países era insalvable, pero sin embargo habían logrado productos con alta aceptación del mercado; que el nivel de inversiones realizado era desmedido para los resultados, pero seguía aferrado a la idea de que le atraía aún más el desafío de poder hacer un producto altamente integrado y con técnicos argentinos; y, sobre todo, que su personal era conflictivo políticamente. Esto le dolía por demás: Madanes le había dado lugar a científicos y trabajadores con claras identidades ideológicas, sin medir las consecuencias. La División Electrónica de FATE era un mosaico de hombres y mujeres de distinto origen ideológicos, pero alineados por la aventura del desarrollo autónomo del país. Esa había sido su intención fundacional, y esto estaba en cuestionamiento.

En el plano del comportamiento institucional de los dos grandes competidores de FATE División Electrónica, IBM y Olivetti, las respuestas que se dieron ante el avance comercial sobre ellas fueron diversas. IBM tomó una actitud de espera en general atento a las políticas del período peronista, donde a su criterio podía darse la posibilidad del cierre compulsivo de la multinacional. Olivetti, por su parte, ya había perdido gran parte de su mercado a causa de las calculadoras Fate. El principal directivo de Olivetti en Argentina, el ingeniero Edgar Bustos, quien además detentaba la Presidencia de la Cámara de Fabricantes de Máquinas Electrónicas, ejerció una serie de presiones en organismos públicos otras empresas del sector. Sus argumentos se centraron en que el desarrollo autónomo de Fate era en realidad un proceso de copia de tecnología importada, por lo cual no debería ser apoyado por el Estado. Si bien fue una campaña intensa y decidida, no prosperó.

Mientras tanto, el decreto 4384/71 de apoyo arancelario para promover la electrónica en Fate, expiró el 29 de septiembre de 1975. Aun cuando se habían cumplido con creces las metas fijadas basta decir que de las 8.000 unidades comprometidas a producir para el año 1975 se llegó a fabricar más de 45.000 unidades entre calculadoras de escritorio con impresora, calculadoras con display, calculadoras de bolsillo y equipos contables programables. De modo que se podría afirmar que el éxito de las calculadoras no dependió exclusivamente del decreto, aunque éste contribuyó con las utilidades del proyecto con importantes ahorros tributarios por importación de componentes. Sin embargo, lo que se valoró luego a la distancia es que el valor simbólico del decreto había sido un claro gesto de apoyo estatal a un proyecto de industrial nacional. Al calor de un nacionalismo relativizado por la proscripción del peronismo y acunado por un gobierno de facto, el decreto 4384 señaló una dirección correcta de apoyo estatal. Pero en su vencimiento, todo había cambiado, ya no estaban los militares nacionalistas amigos que habían alentado el proyecto desde un principio, quienes incluso quienes podrían comprarle a futuro varias computadoras Cifra 1000. Nacionalismo, desarrollismo y autonomía tecnológica comenzaban a replegarse ante el inminente avance del liberalismo y el conservadorismo. Ya no estaba la capacidad de lobby de don José, ya no estaba el aliado Ferrer, ya no estaba el interesado Lanusse.

Manuel Madanes mantenía un canal de vinculación con las grandes industrias a pesar de su relación con Gelbard y el peronismo. Estaba dispuesto a dar señales de que no se había alejado, quería expresar que ser un burgués nacionalista no lo inhibía de ser un empresario como los de ACIEL. En vista de un panorama económico más duro, no esperaba ya mucho más del gobierno de Isabel, debía realinear su gestión conforme a los nuevos tiempos y se apoyó en cuadros técnicos de grandes empresas que formaban parte de la ACIEL. Ellos tomaron las decisiones de las que él no quería asumir personalmente.

Contrató entonces como Gerente General de FATE al Ingeniero Rainani Bargagna quien se había desempeñado con claro estilo liberal como Gerente General de Ducilo, una empresa química donde la multinacional argentina Bunge y Born tenía entonces una parte accionaria. Bargagna trajo como asesor a Oscar Carbone, quien contaba con una vasta trayectoria en relaciones industriales en varias empresas multinacionales. Años atrás, junto a otros gerentes responsables del tema relaciones industriales, creó el Instituto Argentino de Relaciones Industriales, el cual que se constituyó en antecedente directo de la Universidad Argentina de la Empresa, institución de la que luego sería Director de la Escuela de Relaciones Industriales.

Ellos llevaron adelante la tarea que Manuel quería evitar: primero el encuadramiento del personal a los nuevos tiempos, y luego de 5 años, en 1980, cerró la División Electrónica de Fate.

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11 Se llamaba “Tendencia” a la Tendencia Revolucionaria del Peronismo, nombre que recibió el conjunto de agrupaciones de superficie y referentes políticos que respondían a la política de Montoneros o eran sus principales aliados.
12 Modelo político- económico de concertación social y desarrollo de un capitalismo centrado en una burguesía nacional.
13 María Seoane. Ibid.

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