"Yo no soy empresario como esos empresarios", Gerardo Ferreyra

Entrevista con el empresario Gerardo Ferreyra sobre militancia y liderazgo político, desarrollo empresarial y China.

Política 14 de noviembre de 2020 Colaborador Colaborador
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En un contexto adecuado a la nueva normalidad e impregnado de la experiencia militante y del rol empresarial del entrevistado, La Ruta China dialoga con Gerardo Ferreyra, titular de Electroingeniería S.A., empresa pionera en la realización de obras de infraestructura junto a la República Popular China.  La empresa está construyendo las represas hidroeléctricas Kirchner-Cepernic en el río Santa Cruz, obra postergada por el gobierno de Mauricio Macri que además persiguió judicialmente a Ferreyra.

R.CH: Sos un reconocido militante que desde la primera juventud participa en distintas organizaciones y agrupaciones políticas. ¿Qué herramientas encontraste en esos años de militancia para encarar luego la relación empresarial con la República Popular China?

GF: Bueno, yo no soy partidario del autobombo. Estoy formado en los ‘70 y en esa época la lucha no era discursiva sino más bien cuerpo a cuerpo. Era lo más importante que teníamos: organizábamos tomas, movilizaciones… Cuando a mí me detuvieron ahora, en la cárcel del Lawfare, yo dije que para mí fue un honor haber sido convocado por la administración de Néstor y Cristina. Entonces 35, 40 años después de mi experiencia militante me convocan Néstor y Cristina para seguir luchando desde el frente empresarial. Yo nunca me consideré un empresario sino que como ingeniero tengo responsabilidades empresarias que se acrecentaron durante los gobiernos de Néstor y Cristina. Creo que Néstor y Cristina junto a La Cámpora y otras pocas organizaciones políticas son los que conducen el proceso de liberación en esta etapa.

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De joven me comprometí con la lucha política, vengo de un hogar peronista. A los cinco o seis años recibí de la Fundación Eva Perón una prenda de vestir, una campera de gabardina que todavía recuerdo. Luego vino el golpe del ´55 y comienza el período de persecución contra mis padres. En esa época yo ya tenía ese sentimiento de justicia política. Si había tanta felicidad en el pueblo, si los trabajadores se podían educar, si los que eran peones se podían capacitar ¿por qué festejaban tanto el golpe? Entonces ahí entendí que todo venía de la política: la educación, la capacitación y hasta una prenda de vestir.

A los 18 años fui por primera vez a la cárcel estando en la Universidad. Luchábamos contra la dictadura de Onganía y su imposición de los cursos de ingreso que limitaban el acceso a la Universidad de los más pobres. En el ’72, después de la Masacre de Trelew sentí la necesidad de abandonar la militancia de tipo reivindicativa, como la de mis padres, y me incorporé a la lucha política plena, clandestina.

Entonces, por eso digo que estando en una empresa siento responsabilidades políticas tanto para gestionarla como para interpretar el tipo de obras que tenemos que hacer y con quién la tenemos que hacer. La dictadura me encarceló y cuando salí en 1984 retomé la actividad de la ingeniería, en Electroingeniería, con el ingeniero Acosta, que había sido compañero de la facultad. Primero desde Córdoba y luego desde Buenos Aires. Comencé supervisando obras y con el tiempo llegué a tener un rol institucional en la empresa con participación accionaria. Por eso digo que no soy empresario sino que tengo responsabilidades empresarias.

Nos presentamos a licitaciones, las ganamos ofertando mejores presupuestos, 40% menos que los grupos dominantes. La primera obra fue Choele Choel – Madryn, había que interconectar la provincia de Chubut, la planta de ALUAR. Cuando comienzan los gobiernos de Néstor y Cristina yo me empecé a identificar con ellos, porque hicieron obras de infraestructura, no obras electorales: una avenida o una plaza. Cuando terminamos la primera obra me convocan para reactivar la obra de la central nuclear que llevaba 15 años paralizada. Esa noche no pude dormir de la alegría. Fue una obra que se realizó entre 2006 y 2010.

Yo soy un profesional con responsabilidades empresarias y lo que vi en Néstor es a un hombre que vino a hacer la infraestructura que un país necesita para desarrollarse y que no tenía nada que ver con el establishment que tradicionalmente hacía estas obras para el Estado. Yo no soy empresario como esos empresarios.

R.CH: ¿Cómo empieza tu relación con China?

G.F.: Hasta el año 2011 para mí China era una referencia política por Mao. Todavía tengo El libro rojo en casa, no me lo sacaron en el allanamiento de Bonadío. Pero en el 2011 el gobierno empieza a sufrir las restricciones externas, es decir, la carencia de dólares, para seguir haciendo infraestructura en el país, de ahora en más, había que armar el proyecto, ser competitivo, ganar la licitación y conseguir el dinero para hacer la obra. Por mi formación política entendí que ese dinero podía obtenerlo de la Federación de Rusia o de la República Popular China. Con la primera ya había hecho obras en los 90´. Pero para los 2000 yo sabía que para financiar proyectos en el exterior estaba mejor preparada China. Así que en 2011 me reuní con GEZHOUBA, que es la empresa china con la que estoy haciendo las represas.

Cristina retoma un viejo proyecto de Néstor de realizar represas en el río Santa Cruz, lo transforma en una licitación internacional. El gobierno siguió muy de cerca la suerte de esta licitación. Es un proyecto eminentemente político que apunta a la soberanía energética. Viajé a China en 2012 ya como presidente de Transener.

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R.CH. ¿Cómo lograste asociarte con GEZHOUBA? ¿Cómo lograste ganar su confianza?

G.F.: Las negociaciones son lentas, burocráticas, pero esta empresa es muy poderosa. Cuando apuntan a un proyecto como el de las represas, un proyecto encabezado por una presidenta como Cristina, de un liderazgo tan impactante, la cosa cambia. Ella hizo que se acorte todo el camino del vínculo en la relación con China. Cada vez que las negociaciones se estancaban, el árbitro que intermediaba les recordaba nuestra trayectoria en proyectos de transporte de energía y de realización de obras. Entonces, la contraparte china pedía un break, recalculaban, y volvían a  pedir una reunión.

Tuvimos 7 días de negociaciones y terminaron aceptando que el liderazgo de ese proyecto fuera nuestro porque las decisiones en infraestructura son decisiones políticas. Tiene que haber una voluntad política, como la que había con Cristina.

R.CH: ¿Cuál es la situación actual de las obras?

G.F.: La obra se paró cuando llegó el gobierno de Macri, hubo muchos problemas distintos, persecución judicial, cuestiones ambientales que tuvimos que resolver. Después nos tuvieron que pagar improductivos por haber paralizado injustamente no una obra, ¡una inversión de otro Estado con entrada de divisas! Tuvimos que hacer una adenda contractual, un plan de aceleración para recuperar el tiempo perdido. Bajo la gestión de Iguacel y a raíz de sus presiones en la embajada de la República Popular y con GEZHOUBA, logran que reduzcamos nuestra participación accionaria en el proyecto y que resignemos el liderazgo a la contraparte china. Durante el macrismo la obra avanzó al 2% anual.

El 28 de enero de este año fue Cristina a visitar las represas en un acto público. Pero a la obra le falta la visita de los funcionarios correspondientes, por ejemplo los de IEASA, que fueron nombrados en abril de este año, cuando ya se había desatado la pandemia. El 1 de octubre tendríamos que haber relanzado el proyecto pero la circulación comunitaria del COVID en la provincia de Santa Cruz nos frenó. De todos modos, estimamos la puesta en marcha de la primera turbina de la represa Cepernic para octubre de 2023.

Fuente: La Ruta China

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