La canasta básica total, que se utiliza para delimitar la pobreza, aumentó 15,8%, por encima de la inflación, pero por debajo de lo que había crecido en enero y febrero; la canasta alimentaria, que se usa para medir indigencia, subió 13,1%
Jornada laboral reducida: Productividad y beneficios de una necesidad que avanza
El incremento de la productividad y de la riqueza que generó la modernización del trabajo durante las últimas décadas quedó fundamentalmente en manos del capital. Alternativas para que los trabajadores recuperen parte de lo perdido.
Economía24 de octubre de 2022ColaboradorLa jornada laboral de 48 horas semanales que rige actualmente en la Argentina es de las más largas del mundo y se instauró hace 102 años en nuestro país. Desde ese momento la productividad aumentó sin cesar de la mano de la mecanización y tecnificación del trabajo. Las regulaciones que ampliaron los derechos de los trabajadores desde ese entonces en el mundo (vacaciones, aguinaldo, licencias, seguridad laboral, etc.), fueron medidas que llevaron a cabo los Estados de bienestar para redistribuir una riqueza en constante aumento.
Esta transformación productiva se profundizó de manera formidable en este siglo con la informatización y digitalización de infinidad de procesos. Con una jornada laboral que se mantuvo inalterable, ese incremento de la productividad y de la riqueza que generó la modernización del trabajo quedó fundamentalmente en manos del capital, algo que se condice con la realidad de un capital cada vez más concentrado en la Argentina y en el mundo.
Los datos de la coyuntura actual del mercado laboral en la Argentina nos obligan a abrir el debate. En los últimos años se produjo un fuerte deterioro del poder adquisitivo del salario (desde 2016 cayó un 20 por ciento el salario de los trabajadores registrados del sector privado). Además, el aumento de la población económicamente activa (47,9 por ciento es el último registro de la Encuesta Permanente de Hogares, un máximo histórico) indica que muchas personas que no buscaban trabajo se vuelcan al mercado laboral a demandar empleo porque en sus hogares no alcanza el ingreso (jubilados, jóvenes, amas de casa, entre otros). También aumenta la cantidad de trabajadores empleados que demandan más empleo porque su salario no es suficiente. Según los últimos datos de EPH, que aún no registran los efectos de la aceleración inflacionaria del tercer trimestre, el 12,8 por ciento de los asalariados registrados se encuentran bajo la línea de pobreza. La contracara: se constata una mejora de los márgenes de ganancia empresaria y una caída en la participación de los trabajadores en la riqueza (cayó de un 52 por ciento que representaban en el valor agregado en 2016 a un 44 por ciento en 2021).
En síntesis, el escenario nos muestra: trabajadores sobreexplotados, trabajadores empleados bajo la línea de pobreza, trabajadores excluidos del mercado laboral, empresas cada vez más concentradas, una sociedad cada vez más desigual.
La reducción de la jornada laboral sin reducción salarial es una forma de revertir, en parte, ese escenario a través de una mejora de las condiciones de vida de los trabajadores, un aumento relativo del salario y un potencial aumento de los niveles de empleo.
Actualmente en nuestro país la mayoría de las empresas impone a sus trabajadores jornadas laborales diarias de 9 horas, 5 días a la semana u 8 horas 6 días. Si a ello le sumamos las mínimas horas de reposición de sueño y las horas de traslado, el tiempo que le queda a un trabajador para ocuparse de su propia vida es marginal.
Además de los evidentes beneficios individuales que conlleva una reducción de la jornada laboral, para la sociedad en su conjunto redundaría en ahorro energético, alivio del sistema de transporte, mayores niveles de empleo, disponibilidad de tiempo de los trabajadores para el cuidado de niños y ancianos, para la formación y capacitación, la recreación y el bienestar general.
Desde el punto de vista de las empresas, muchas en el mundo se encuentran aplicando la reducción de la jornada laboral o incluso la disminución de la semana laboral a cuatro días porque encuentran numerosos beneficios en ello: disminución de costos, reducción de la conflictividad laboral e incluso aumentos en la productividad por un mejor aprovechamiento de la jornada laboral.
Existen actualmente proyectos de ley del Frente de Todos presentados por Hugo Yasky y Claudia Ormachea que proponen una reducción de la jornada laboral sin reducción salarial. Hay una decisión de los diputados de unificarlos e impulsar un profundo debate del escenario laboral en la Argentina.
Más productividad
El mundo viene generando a lo largo de su historia cambios impuestos por la sociedad que prioriza distintos valores y uso de su tiempo, pero que también están enmarcados por la tecnología y la productividad.
Existen empresas en países como Nueva Zelandia, Estados Unidos, Suecia, Suiza, Reino Unido y Francia entre otros que ya han implementado con menor o mayor éxito este sistema. La jornada laboral de 4 días a la semana requiere que la empresa pueda pagar al trabajador lo mismo que pagaba por 5 días reduciendo así un 20 por ciento las horas trabajadas.
Esto podría tener ventajas a nivel del trabajador que dispondría de más tiempo de ocio y para estar con su familia, también genera menos traslados con los consiguientes beneficios económicos y ambientales, además de más motivación con la empresa, menos stress y disminución de enfermedades vinculadas.
Sin embargo, desde el lado de la empresa se hace difícil o incluso imposible si la competencia no hace el mismo tipo de jornada laboral. Es de implementación factible en empresas que no requieren atención al público (ejemplo, servicios de back office), mientras que los que requieren atención de público sería muy difícil de implementar (ejemplo, comercios) donde el consumidor espera ser atendido todos los días hábiles de la semana. Tampoco es viable si la legislación laboral es rígida y no permite un banco de horas para compensaciones u otros mecanismos que permiten este tipo de jornadas de 4 días en actividades que requieran funcionamiento diario.
Tal vez lo más determinante para analizar la viabilidad desde el lado de la empresa es si es factible lograr un aumento de productividad que evite trasladar ese 20 por ciento de menos horas trabajadas al costo de los productos. Para ello la clave tiene que ver con la productividad que se asocia en gran medida a la inversión en nuevas tecnologías, capacitación y equipamiento en robótica, pero también en un concepto más amplio con la industria 4.0.
Un claro ejemplo de la productividad se analiza en la historia con Henry Ford y la fabricación del Ford T que arrancó en 12,5 horas para producir un auto y llegó luego con mejoras de procesos a 93 minutos, en total se ensamblaban 1481 piezas para fabricar un Ford T. En la actualidad el salto productivo en los grandes fabricantes de autos es enorme porque para fabricar un modelo tipo SUV se requiere de 17 a 31 horas dependiendo la escala del fabricante, pero se utilizan en promedio 30.000 piezas vs las 1481 que usaba Henry Ford.
Otro caso interesante es lo que sucedió en Gran Bretaña cuando analizamos la reducción de la jornada laboral y el aumento de la productividad:
En 1913 se trabajaba 53 horas por semana con una productividad por hora de trabajo de 4,40 dólares y un ingreso per cápita de 5032 dólares.
En 1950 se trabajó semanalmente 40 horas con una productividad por hora de trabajo de 7,86 dólares y un ingreso per cápita de 6847 dólares.
A partir del 2000 se trabaja en promedio 30 horas por semana con una productividad por hora trabajada de 28,71 dólares y un ingreso per cápita de 19.817 dólares. En todos los casos tomando los dólares a valores corrientes de 1990.
En un mundo globalizado, dicha competitividad no solo debe verificarse puertas adentro de la empresa sino también cuando el producto o servicio sale a la calle, que significa esto; la productividad de todos los factores. Es decir, impuestos lógicos y no distorsivos (incluyendo impuestos sobre el trabajo), fletes eficientes, costos financieros para fondear las inversiones alineados con los países desarrollados, ausencia de piquetes o bloqueos en puertos y rutas, etc. etc.
En síntesis, es un proceso al cual está dirigida la economía mundial pero no todos llegaremos al mismo tiempo o en iguales condiciones, hay sectores económicos y países que llegarán antes que otros a esta nueva modalidad de trabajo, dependerá de nosotros poder sumarnos en tiempo y forma para disfrutar los beneficios que podrían obtenerse.
(**) Empresario PYME, Licenciado en administración de Empresas Presidente de CEGLA; Secretario CARMAHE.
Fuente: Página 12
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