Gelbard, FATE y ALUAR - parte 3

Mundo Empresarial te acerca el extracto del libro "Autonomía Tecnológica" de Bruno Pedro de Alto que relata la relación de Gelbard con la industria nacional Parte 3 de 3. Última entrega.

Política - Opinión 10 de febrero de 2019 Editor Editor
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Tercera Parte

Por Bruno Pedro De Alto

En 1976 llegó el golpe de Estado tan anunciado. Fue el paso inicial para instalar un nuevo orden económico, absolutamente distinto y enfrentado a cualquier iniciativa del estado de bienestar, desarrollista o socialdemócrata que intentara atemperar la crudeza del capitalismo puro. Fue el regreso del orden conservador argentino con base en los intereses concentrados, pero ahora con un nuevo socio de aventuras perturbador: el monetarismo de los “Chicago boys”. Juntos modificarán el rumbo de la economía, y la situación y la perspectiva del sector fabril. Y para imponerse definitivamente, al igual que en Chile, aceptarán – y en algunos casos usarán – la represión del Estado. Se instaló en Argentina la “Doctrina del Shock” como bien explica Naomi Klein1.

La furia

A cargo del Ministerio de Economía, se ubicó Alfredo Martínez de Hoz que había presidido la Sociedad Rural y era secundado por representantes de la Cámara de Construcciones y de la Bolsa de Buenos Aires. Los representantes de Milton Friedman en el equipo económico fueron Adolfo Diz, egresado de la UC como Presidente del Banco Central entre 1976 y 1981; y los acérrimos seguidores de la doctrina, Guillermo Klein, Alejandro Estrada, Alberto Grimoldi y Ricardo Arriazu, entre otros. El de ellos no era un liberalismo meramente teórico, estaban convencidos de que la única solución para los problemas del país era la liberalización de la economía. La convicción intelectual del equipo monetarista que se formó dentro del propio equipo económico fue homogénea estaba extraordinariamente convencida de sus ideas. Ellos no participaban del gradualismo, al que sí adhería Martínez de Hoz, a modo de equilibrio. Por fuera del gobierno, los liberales "externos" al equipo económico presionaban por la adopción de una política económica "verdaderamente liberal". En este sentido, la figura pública más importante fue la de Álvaro Alsogaray, quien acusaba a Martínez de Hoz de ser excesivamente "gradualista" o "largoplacista", cuando no de "híbrido" o "desarrollista". A este tono de críticas se sumaron, institucionalmente la Bolsa de Comercio, y el Consejo Empresario Argentino.

La apuesta por el agro del primer año de gestión se convirtió en una apuesta financiera al cabo de unos meses. Esta opción exigió la apertura de la economía y el atraso cambiario como herramienta para atraer parte de la ingente masa de capital financiero que circulaba en el mercado mundial. Ese dinero obtenía grandes beneficios cuya contraparte eran las elevadas tasas de interés en los créditos locales que afectaban a los productores. Para sostener el juego era necesario acentuar el atraso cambiario que alentaba el ingreso de bienes del exterior; la impostación comenzó tímidamente en 1977, creció en 1978 y se convirtió en torrente en 1979 – 80. A medida que el gobierno fomentaba ese ingreso. El saldo del comercio exterior volvió a ser negativo. El aliento a las importaciones y el desaliento de las ventas al exterior recreaba una brecha que ya no parecía generar preocupaciones, sus responsables asumían que el déficit se podía cubrir con crédito externo2.

El silencio forzado de la oposición y la libertad de maniobra la de que gozó en ese período dieron a las autoridades una oportunidad única, utilizada para trasformar la economía nacional. Su modelo era la Argentina basada en la renta natural del agro o el petróleo, pero repintada con el discurso monetarista.

En ese contexto Manuel Madanes al retomar los contactos con ACIEL, intentó morigerar el impacto de sus decisiones empresarias estrechamente ligadas al nacionalismo, el desarrollismo y el peronismo, y buscó participar de un proyecto nacional con centro en la industria y el desarrollo tecnológico autónomo. Lo que Madanes no pudo reducir fue la furia los segmentos represivos del Estado que habían asimilado a la Triple A, y en ese momento se ocupaban de lo que ellos llamaban la “conspiración judeo-marxista-montonera”. Fue la extrema derecha del Proceso, encarnada en las figuras de los Generales Camps, Saint Jean y Suárez Mason, quienes operaron preferentemente en la Provincia de Buenos Aires. A éstos se sumó la estrategia de poder diseñada por el Jefe de la Marina: el Almirante Massera.

El desaforo de los primeros se reflejó en el periódico “Cabildo” el principal órgano de prensa del nacionalismo católico argentino que expresó a modo de doctrina ese pensamiento. Se preocupó en elaborar argumentaciones orientadas a sostener la existencia de una conspiración judía destinada a dominar el mundo3. En estos razonamientos se detalló que el punto de partida de esa estructura política, económica y cultural de dominación para someter a la República Argentina se encontró en la presidencia de Arturo Frondizi, “primer responsable, plenamente consciente, de la irrupción en el plano del poder de los pioneros de esa línea que luego se consolidaría con Lanusse, Cámpora y Perón”. Para estos depuradores, esa línea extensa unía un sinnúmero de personeros, implicados y beneficiarios del largo operativo de las finanzas judías. Su conclusión fue que la actuación debía ser muy vasta, acorde a la enorme red que se había constituido. La trama financiera de aquella supuesta red financiera tomaba a Graiver y a Gelbard como evidentes ejecutores, y a partir de la paranoica visión de estos ultramontanos, las negociaciones que rodearon a la adjudicación de la empresa Aluar con la anuencia política del general Lanusse, llevada adelante por los judíos Gelbard y Madanes había sido parte de esa supuesta trama financiera.

Más allá de los argumentos y justificaciones de la revista “Cabildo”, el 24 de marzo de 1976 la casa de Gelbard en Buenos Aires fue allanada; otro tanto hicieron en la sede de la CGE. Pero no pudieron dar con él. Ya estaba en Uruguay. En esos primeros intentos de localizarlos, a los presentes se les preguntaba intensamente sobre sus inversiones, sus socios, sus amigos, etc. Mientras tanto Manuel estaba a resguardo en Canadá donde continuó hasta 1977 con frecuentes salidas al exterior a través de las cuales buscaba que todo se aclarase.

Ese año, finalmente, la furia fue total. Suárez Mason y Massera, por separado, se lanzaron a la caza de los fondos, el “botín” que habían acaudalado los Montoneros, en especial, los sesenta millones de dólares del secuestro de los Born que suponían estaba diseminado en inversiones empresarias que involucraban a Graiver, Timerman, Gelbard y por extensión a Madanes. David Graiver había muerto en un accidente aéreo en agosto de 1976, y en marzo de 1977 su familia entera y su entorno fueron secuestrados por Camps. Pocos días después, mientras Manuel Madanes se encontraba en el exterior, su esposa Matilde Matrajt de Madanes fue secuestrada por un grupo de tareas en el aeropuerto internacional de Ezeiza, cuando esperaba para abordar un avión que la conduciría fuera del país. En abril seguirían esa suerte Jacobo Timerman y Luis Jara del diario La Opinión, y el abogado de Gelbard, Gustavo Caraballo. Todos fueron detenidos ilegalmente en Puesto Vasco, Matilde estuvo en un período que abarcó desde abril y octubre de 1977. Mientras se los torturaba se les preguntaba a todos “¿Dónde está la plata de los Montos?”. Manuel Madanes, regresó por el secuestro de su esposa, y finalmente logró su liberación después de una negociación secreta con los militares. Estos apropiaron para el Estado el 33% de Perrece la cual pertenecía a Gelbard, es decir el 19% de Fate, con ello una importante participación y, de hecho, el control de Aluar. Esta acción ilegal le valió al hijo de don José, Fernando Gelbard, recuperar en 1992 ese patrimonio a través de un juicio indemnizatorio, dado que don José había muerto en el exilio, en Washington, EEUU, en 1977.

Gelbard llegó a través de exhortos a los EEUU y por la Interpol, pero don José había obtenido del gobierno la protección de refugiado político y estaba tramitando su residencia. En la Marina - donde en la ESMA se lograba reconstruir en base a torturas alguna certeza sobre los destinos del dinero de los Montoneros - Massera creyó haber descubierto que Gelbard se había encargado de administrar una gran parte de aquellos millones. El Almirante, quien detentaba un proyecto político propio, se desesperó por obtener los “botines de la guerrilla” que se imaginaba administrado por Gelbard y trazó un plan para secuestrarlo en el extranjero. Tenía la información que don José iría en abril de 1977 a Caracas, Venezuela, y allí mandó a sus hombres – que en esencia eran asesinos - a secuestrarlo. El embajador argentino, Hidalgo Solá, fue advertido por el gobierno de Venezuela de esta maniobra, y en un intento de detenerla se lo comunicó al presidente Videla, mientras que la policía de Venezuela expulsó a los esbirros de la Marina. Poco tiempo después, Héctor Hidalgo Solá, a pesar de detentar el cargo de Embajador fue secuestrado en Buenos Aires y permaneció desde entonces desaparecido.

Tras la muerte de Manuel en 1988, su primogénito Miguel se hizo cargo de la dirección del grupo. Las crisis de finales de la década del 80 y principios de 1990, dejó en pésima situación financiera a Fate y a Aluar. A partir de esa situación la viuda de Adolfo, Dolores Quintanilla de Madanes y su hijo Javier Madanes Quintanilla ofertaron la compra de la empresa y lograron el control del grupo. La historia oficial de Fate sólo rescataba que la empresa fue creada por capitales nacionales, sin nombrar a sus fundadores Era como si no hubiera existido, a pesar de la memoria colectiva que, tozudamente, la recordaba prodigiosamente. Es quizás un modo de declarar un empate entre aquellos debates previos a la diversificación iniciada en 1969 que lanzaba a Fate a una profundización de su estilo de empresa de vanguardia de la burguesía nacional y de la autonomía tecnológica. Por esta razón, tal vez, la División Electrónica de Fate tardó muchos años para volver a los anales y los logros del grupo.

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1 Klein, Naomi. La doctrina del shock. El auge del capitalismo del desastre. Paidós. Año

2008
2 Jorge Schvarzer. La industria que supimos conseguir. Una historia político-social de la industria argentina. Editorial Planeta. 1996
3 | Jorge Saborido: “El antisemitismo en la Historia argentina reciente: la revista Cabildo y la conspiración judía”. En Revista Complutense de Historia de América. Año 2004.

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