Marcelo Siddig, el empresario pyme que se encuentra en cuarentena tras un viaje

Desde complicaciones por la imposibilidad de salir de casa hasta métodos para evitar el aburrimiento. Los llegados de países en riesgo ahora aislados despliegan estrategias diversas para sobrellevar los días.

Nacional13 de marzo de 2020ColaboradorColaborador
Marcelo siddig

Ya no hay saludo con beso. Ya no se da la mano sino que hay que lavarse las manos, a cada rato. Nada de encuentros masivos. Y deben guardar aislamiento preventivo las personas que muestran síntomas. Pero también quienes llegan desde regiones donde la pandemia de coronavirus expresa su capacidad expansiva. O que llegaban, habría que decir, cuando los viajes eran regulares desde Europa o los Estados Unidos. En este mundo nuevo, donde hasta se suspendieron las misas en el Vaticano, la Argentina se arremanga para frenar la expansión del virus. Y quienes guardan cuarentena, afrontan con distintas estrategias el aislamiento.

“A mí me puso contento bajar del avión y ver que había un grupo de personas, camufladas, con sensores de temperatura, revisando persona a persona y separando a quienes tenían más de 37 grados de temperatura” cuenta Marcelo Siddig. Es empresario y viajó con su hija Candela a Nueva York. “Cuando salimos de Estados Unidos no había ningún control. Los empleados del aeropuerto tenían guantes pero no barbijos”, recuerda con asombro. Marcelo tuvo que alquilar un departamento en el que guarda aislamiento con Candela, que ahora “chatea mucho con su novio” por whatsapp. En su casa de Colegiales están su mujer y Valentina, su hija de 11 años que debe ser operada el 27 de marzo, siempre que las condiciones sanitarias no restrinjan los centros de salud para atención exclusiva de la pandemia. “Lo que lamento es no poder darle un abrazo --cuenta en la entrevista con Página/12--. Ella es muy unida conmigo”, dice y se emociona. Es uno de los tantos casos concretos en los que el Covid 19 selló una nueva forma de vida, transitoria, temporaria, preventiva, pero aun así “durísima”, como explica.

 
El protocolo sanitario dispuesto para prevenir la expansión del virus incluye control gubernamental y un enfático llamado a la prevención voluntaria. Pero también hay penas de hasta 15 años de prisión y multas de hasta cien mil pesos “para quienes no cumplan las cuarentenas de 14 días impuestas ante esta emergencia”.

La información oficial que circula es básica para poder controlar el virus. Tanto como la prevención en torno a la circulación del virus a nivel social. “Lo más loco y lo que nos dio cierto aviso sobre la gravedad del tema --cuenta Irina Hauser, una periodista de este diario que quedó en aislamiento al volver de Estados Unidos con su hija de 15 años--, fue que estuvimos en una misa gospel en Harlem, y se la dedicaron al coronavirus”. Irina Hauser estaba en Nueva York y explica que ese dato le llamó la atención. Luego recibió un mail del colegio de su hija que indicaba mantener en aislamiento a quienes volvieran de ese país. Entonces comenzó a investigar, y cuenta: “Allá retacearon información durante el primer momento, no estaba claro que el virus era local. En pocos días quedó claro que era grave y se generó una suerte de psicosis generalizada, con una base real”.

Cuando comenzaron a llegar a la Argentina los primeros casos desde Europa, todo lo que hoy tiene ribete de pesadilla parecía una postal lejana. Hoy hay emergencia sanitaria en todo el país.

Lo recomendado como prevención ante la enfermedad puede provocar alarma, por la falta de costumbre ante medidas taxativas y socialmente necesarias. Desabastecimiento y aislamiento se conjugan en dupla. Y pueden generar tanta tensión como el temor al contagio. Sin embargo, dispuestos a enfrentar el escenario pandémico, las recomendaciones oficiales y las precauciones individuales son la mejor medida de contención. “Nosotros nos aislamos voluntariamente --explica Alfredo-- porque viajamos con mi familia a Italia y volvimos el lunes. Pero tenemos padres grandes y si llega a pasarles algo por un contagio nuestro, sería imperdonable”.

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Alfredo, su mujer y sus tres hijos tramitan lo cotidiano con actividades que les permiten sobrellevar el encierro apostando a una armoniosa convivencia. “Estamos con modalidades de trabajo on line, dos de mis hijos trabajan y las empresas les dijeron que tenían que quedarse en casa. La convivencia por ahora está siendo amable, nos dedicamos en el tiempo libre a ordenar la casa, la biblioteca, hacemos sobremesa, hablamos en familia. Pero aunque parezca mentira, te agarra la ansiedad de hacer cosas”.

“Nosotras con mi hija --cuenta Irina-- pensamos estrategias para sobrellevar el encierro. Darnos una hora del día para bailar. Hacer ejercicios. Lo que más lamento es no poder abrazar a mi hija más chica que para seguir la escuela, se quedó con su papá”.

Noticias falsas, mensajes que se viralizan sin ningún tipo de respaldo médico son parte del problema. Funcionan como la contrafigura de la pandemia y abren los poros de una sociedad sin coerción ante la catástrofe. “Lo que pasa en la redes es lo más problemático”, dice Selena Flores, periodista jujeña que hoy tuvo que cubrir la declaración de emergencia sanitaria en su provincia. “Mucha angustia y preocupación en la sociedad. Hay una demanda abrumadora de alcohol en gel y barbijos, no hay suficiente stock. Y desde el lunes 16 no habrá clases, esto genera más alarma”, confirma, por el caso de una persona que entró al Hospital San Roque de San Salvador de Jujuy con sospecha de infección.

Gustavo Rossio, un argentino que está en cuarentena en Madrid por una enfermedad que lo pone en riesgo, cuenta cómo vive allí la situación. “Estamos sin clases, sin teatros, sin fútbol y la gente desesperada comprando comida para encerrarse en sus casas”, cuenta Gustavo. La alarma llegó tras el contagio de algunos diputados del derechista partido VOX. “El domingo hicieron un mitín con 9000 personas, se lo pasaron a los abrazos y besos. Así que seguramente hay un montón contagiados allí”, comenta. El presidente dio una conferencia totalmente aislado y los periodistas mandaban sus preguntaban por whastapp.

“Aquí en Madrid, la gente está asustada y sorprendida, nadie se esperaba semejante catástrofe, se vive algo que nunca sucedió. Lo veo como una niebla que va envolviendo Madrid, día a día --detalla Gustavo--. Y cada vez más espesa. Ayer la calle parecía normal, hoy veías la mitad de gente. Esta mañana el mercadillo de los jueves en el barrio estaba lleno de gente mayor, aunque la recomendación es quedarse en casa. Ahora prohibieron los mercadillos y hasta el Rastro los domingos. La información del gobierno es clara pero llueven fake news que generan confusión y miedo. Continuamente las tienen que desmentir. Ayer se corrió la bola del desabastecimiento y la gente desesperada limpió los supermercados”.

Alfredo recuerda que cuando llegaron a Italia “estaba tranquilo, normal. Antes de volver hicimos una foto en la plaza San Pedro y eran solo veinte personas. En 10 días el cambio fue tremendo. Roma, vacía. Incluso en taxi al aeropuerto, no había tráfico ¡algo muy extraño! Ahora se ve un cambio de hábitos en Italia. La gente está tomando conciencia de la gravedad de la situación”.

En Madrid se suspendieron las clases. “Los adolescentes y jóvenes anoche estaban de joda por los bares como si no pasara nada”, cuenta Gustavo. Este jueves comenzó en España la campaña "Me quedo en casa" para concienciar. “La gran diferencia entre España y Argentina es que acá jamás se podría hacer lo que hizo Alberto (Fernández)”, señala sobre la medida que pone en cuarentena a todo el que llega de las zonas de riesgo. “Es una muy buena medida para frenar el contagio. Igual siempre hay que estar atento a la viveza criolla, que siempre surge para zafar”.

Entre los problemas detectados hasta ahora, sobre la cuarentena, Alfredo concluye: “Un tema importante es cómo te abastecés, hay que pedir a parientes o amigos que dejen las cosas en la puerta y nosotros nos arreglamos para pagarles después. Para la gente que está sola o no tiene este tipo de ayudas es difícil. Lo importante es la solidaridad, fuera de joda, ir a comprar morfi o medicamentos es una complicación. Y hay que ser responsables”.

Imagen: Sandra Cartasso

Fuente: Página 12 

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