
El Silencio del empresariado argentino sobre CFK y la Corte: ¿Conformidad o Complicidad?
La Encrucijada Empresarial Frente a un Fallo Histórico de la Corte Suprema de Justicia
A raíz de cuatro cambios que explican esta caída. En uno de ellos figura la producción y la desintegración industrial, pilares fundamentales en la crisis Argentina actual.
Política - Opinión02 de octubre de 2019El último ciclo de políticas neoliberales que está terminando va a haber alcanzado una duración mucho más corta que los dos procesos anteriores. El modelo de la dictadura militar había llegado a sostenerse durante ocho años y el de la Convertibilidad se extendió por casi 11 años. Entonces, ¿a qué obedece que el declive reciente haya sido tan pronunciado?
Hay cuatro cambios principales que lo explican. Quizás el más relevante y menos tenido en cuenta en los pocos análisis al respecto porque choca con el relato del gobierno es que, a diferencia de la Convertibilidad, la administración actual asumió con una economía que no estaba en crisis. Según la medición del INDEC actual, la economía en 2015 había crecido un 2,7% y, en los dos últimos trimestres completos gobernados por el kirchnerismo, la economía venía creciendo al 4% interanual (tanto en el segundo como en el tercer trimestre de 2015). Si bien el último año de gran crecimiento había sido en 2011, en los siguientes cuatro años se había consolidado un alto nivel de actividad, con excepción de la recesión producida en 2014. El PBI que se había alcanzado era muy elevado porque acababa de producirse el proceso de crecimiento más acelerado del último medio siglo.
Así, en general, las distintas actividades estaban funcionando muy cerca de su tope de capacidad, especialmente en sectores estratégicos y críticos como el energético, el transporte, la comercialización, los servicios de salud, de educación, las telecomunicaciones y diversos insumos industriales de uso difundido. Un fenómeno similar sucedía con los salarios y haberes que superaban ampliamente a todos los otros países de la región y se acercaban a los máximos de la primera mitad de la década del setenta.
Sin embargo, a fuerza de relato, primó la idea de que la economía sufría del estancamiento, sin percibir que esa estabilización no se había originado tras una crisis, sino después de un muy importante proceso de crecimiento en todas las ramas de actividad.
Un segundo cambio de la actual etapa que también fue importante en relación a los anteriores episodios neoliberales fue el escenario internacional vigente. Los funcionarios del gobierno de Macri exhibieron una postura dogmática al respecto; promovieron una liberalización comercial y financiera a cualquier costo, desconectada de lo que estaba pasando en el mundo, tras la asunción de Donald Trump en Estados Unidos, el Brexit y la guerra comercial. Muy distinto era el contexto global de los años setenta y noventa cuando la tendencia global predominante era la apertura de los mercados y donde las exportaciones asiáticas y especialmente de China no tenían tanta incidencia en los mercados internacionales.
El tercero tiene que ver más con las características locales de la organización de la producción. Las anteriores dos etapas no fueron neutrales y, por supuesto, dejaron secuelas en la estructuración de los negocios, donde predominó un criterio rentístico muy por encima del interés por el desarrollo productivo. Así, las industrias, tras dos tandas de neoliberalismo, mutaron en general a procesos menos dependientes de un desarrollo productivo integral a nivel local y fáciles de complementar con oferta externa, ya sea mediante estructuras tecnológicamente menos sofisticadas, algunas exclusivamente de ensamblaje o con contenidos mínimos de producción local y con amplia capacidad de reconversión a la importación. Esto provocó que, en los últimos años, la desintegración industrial sea más rápida que en los anteriores dos procesos de neoliberalismo. También algunos empresarios supieron leer que, cuando el gobierno hablaba de que debían reconvertirse, eso significaba que debían dejar de invertir en lo productivo y transformarse en comercializadores y/o invertir en lo financiero.
El cuarto punto esencial que retroalimentó a los dos anteriores fue el notable desarrollo de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación plenamente extendida en la última década. Ese soporte aceleró todos los procesos de reconversión y agrandó el negocio financiero de forma descomunal, con un gobierno que, además, consiguió el mayor endeudamiento externo de toda la historia y así facilitó el desarrollo de esos negocios. Desde ya, los grandes jugadores financieros globales con más y mejor información y más llegada al poder lograron eludir o minimizar el impacto de la crisis que indudablemente golpeó a empresarios que habían relegado su actividad productiva por la comercial o financiera y reaccionaron tarde a la hora de salirse de la burbuja financiera inducida por las políticas públicas de desregulación de los mercados de capitales y fijación de tasas de interés antiproductivas.
Quizás el aspecto más lamentable y nocivo para la sociedad de esta última etapa haya sido el rol de los funcionarios nacionales. Lejos de haber experimentado los anteriores procesos como lecciones de aprendizaje -peor aún en el caso de Federico Sturzenegger que participó de ambos ciclos-, repitieron los mismos esquemas de políticas desentendidas del contexto global y local, aferrados a políticas destructivas para el aparato productivo nacional que hoy generan alarmantes niveles de crecimiento del desempleo, de pobreza, indigencia y desigualdad.
Fuente: BAE Negocios
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