Francisco: “Se escandalizan si bendigo a un homosexual y no a un empresario"
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Cuando Mauricio Macri asumió el 10 de diciembre de 2015 hizo permanente hincapié en que la economía que recibía después de doce años de kirchnerismo constituía una pesada herencia. Sin hacer un balance exhaustivo para luego aplicar un remedio preciso, subestimó la situación y comenzó con una gestión errática basada en paradigmas del pasado, que cuatro años después deja una bomba activada a su sucesor Albero Fernández.
Para el flamante presidente electo, difícilmente exista la luna de miel de 100 días. Es que un repaso por los números de la economía anticipa una creciente tensión para satisfacer a cada uno de los sectores sociales golpeados por la estanflación. Es que la actividad económica se encuentra en niveles mínimos desde 2001. Con un consumo que en los 45 meses de gestión de Mauricio Macri registró caídas en 42 meses, hilvanado 21 meses de retroceso en las ventas minoristas.
Inflación indomable
Uno de los primeros puntos que aparece como parte de la herencia que ahora Macri le deja a Fernández es la inflación. Cuando aún era jefe de gobierno, con tono sobrador Macri decía: "La inflación es la demostración de tu incapacidad para gobernar”, y vaya que demostró incapacidad para domar un flagelo que azota a la Argentina desde hace 70 años. Este año la inflación rondará el 55% y en los cuatro años de mandato acumulará más de un 290%.
Es cierto que el atraso tarifario heredado del kirchnerismo lucía como un problema de difícil resolución. Pero casi como salidos de un laboratorio, el mejor equipo de los últimos 50 años levantó el cepo cambiario y liberó y dolarizó el precio de las tarifas. Sin gradualismo ni previsión, el tarifazo impactó de lleno en los bolsillos de los particulares y en las empresas –sobre todo pymes–.
Si se toma punta a punta, desde diciembre de 2015 a junio de 2019 –considerando que el actual gobierno había postergado nuevas subas para después de las elecciones–, el aumento en las tarifas de electricidad totaliza 3.240,1% y en el gas 4.096,3%, tal el cálculo realizado por la consultora CEPA.
También es cierto, que esta corrección de los precios relativos puede ser marcada como uno de los puntos positivos que hereda Alberto Fernández, porque le da margen para planificar un esquema en donde las tarifas se actualicen en función de un índica salarial o inflacionario.
Claro que el primer punto a resolver es cómo enfrentará los aumentos de tarifas postergados por Macri para tratar de llegar al balotaje. Además de las postergaciones, están los aumentos previstos por las resoluciones del entonces ministro de Energía, Juan José Aranguren. Una alternativa, sostienen en los equipos del flamante presidente es mostrar lo que se tendría que pagar si Macri seguía en la Casa Rosada, y cuanto se pagará con la nueva fórmula desde el 10 de diciembre.
Deuda y dólar, dos espadas de Damocles
Desde la salida del cepo K anunciada por Alfonso Pray Gay el 17 de diciembre de 2015, el dólar pasó de $9,84 a los actuales 65, un incremento de más del 560%, bastante más que la propia inflación. Pese a que los funcionarios M se esmeraron en mirar para otro lado, el pass through empezó a golpear de forma constante al bolsillo de los consumidores.
A fines de 2016, el dólar cerró a $16,17, lo que representó un aumento del 64,3%. Un año más tarde, el 29 de diciembre de 2017, el dólar terminó a $18,95 lo que significó un incremento del 17,20%. El atraso cambiario ya surgía como debate en los círculos empresarios. Hasta que Turquía se cruzó en el medio, y desató la tormenta. Después de terminar en abril de 2018 a $20,90, comenzó una corrida cambiaria que sin prisa pero sin pausa lo llevó cinco meses después a $40,53.
Hasta marzo de 2019 pivoteó en torno a los $40, con algunos picos hasta abril cuando saltó a los $46. Se mantuvo en esos valores, hasta que el resultado de las PASO que anticipó de forma irreversible que Alberto Fernández sería el próximo presidente, y la decisión política de Macri de dejar correr el dólar, llevó al billete verde a $60.
Eso hasta las PASO. Pero allá por mediados de 2018, en medio de la fiebre verde, Mauricio Macri decidió volver al FMI para conseguir los dólares que se utilizaron para contener la ferviente dolarización. En un hecho inédito en la historia del organismo, la por entonces mujer de hierro del Fondo, Christine Lagarde, apostó un pleno a la continuidad del Macri en la Casa Rosada, y aprobó el desembolso de un crédito por más de $50.000 millones.
En paralelo, y desde el inicio de su gobierno, Macri se aventuró por la vuelta a los mercados internacionales para armar un puente financiero a la espera de la lluvia de inversiones, que apenas alcanzó el grado de garúa. Según un informe de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) la deuda pública argentina creció más del 50% entre diciembre de 2015 y junio de 2019, lo que representa un monto de más de u$s334.000 millones. En ese periodo, también se fugaron u$s73.160 millones.
La velocidad del endeudamiento arroja que se tomaron u$s1.032 de deuda externa por segundo durante el mandato de Macri. Tal el descalabro en el endeudamiento, que tras el cimbronazo pos PASO, el propio gobierno anunció el aplazamiento de los vencimientos de las Letras de corto plazo en manos de tenedores institucionales por unos u$s12 mil millones.
Con el dólar demandado y el último giro de u$s5.400 millones frenado por el FMI, Nicolás Dujovne se fue a su casa, y su reemplazo Sebastián Lacunza dispuso una serie de medidas de control de cambios, sin eufemismos, un cepo cambiario aunque es cierto que más suave que el que rigió entre 2012 y 2015.
Ahora, Fernández, además de recibir la banda presidencial de parte de Macri, también recibirá las deudas. El informe de la UNDAV sostiene que el próximo gobierno “deberá enfrentar vencimientos por u$s223 mil millones. De los cuales, u$s173 mil millones están nominados en moneda extranjera. De estos, a su vez, corresponden a la devolución del préstamo Stand By al FMI algo más de u$s50 mil millones. Dichos pagos al Fondo se concentran en 2022 y 2023, cuando se deberán desembolsar unos u$s45 mil millones”. En esa línea, “sin contar los vencimientos en pesos y con los organismos multilaterales, Argentina deberá enfrentar vencimientos en dólares por un total de u$s100 mil millones en el periodo 2020-2023”.
A esto se le suma la atención puesta en las reservas. Es que la dolarización provocó una sangría de dólares en el Banco Central, que es permanentemente monitoreada por el equipo de económico de Alberto Fernández. Al respecto, el Centro de Estudios Económicos y Sociales Scalabrini Ortiz, analiza: “Una estimación sobre la necesidad de dólares por intereses de deuda, pagos de capital (incluyendo reperfilmiento de pagos), superávit comercial y FAE (conservadoras y sin retiro de depósitos) implica que los niveles de reservas a diciembre serán tolerables. Se llegaría con u$s40.000 millones. De modo que, si se descuentan los préstamos del BIS, el swap chino, el oro y los encajes por depósitos en dólares, las reservas operativas a ese momento serán alrededor de u$s8.000 millones”.
Desde este lunes serán 44 días de transición en los que será clave lo que haga el actual equipo económico, y de las señales que Alberto Fernández comience a brindar. Claro que las mayores responsabilidades están en quien gobierna, pero con este resultado ya definitivamente todas las miradas estarán puestas en quien conducirá al país por los próximos cuatro años.
Lejos de la pobreza cero
Primero fue el eslogan de campaña “Pobreza 0” pero luego de recalcular el 19 de diciembre de 2017, Macri acuñó la frase “por la meta que quiero que se me juzgue es si pude o no reducir la pobreza”. País complicado el de Argentina, tras la decisión del kirchnerismo de ocultar los datos de pobreza, Cambiemos recuperó las estadísticas oficiales pero empeoró la situación de millones de argentinos.
El último informe del INDEC de septiembre pasado, consignó que la pobreza saltó al 35,4% durante el primer semestre de 2019, con lo que ya afecta a casi 16 millones de personas, siendo la cifra más alta de la era Macri. La medición señaló que, en el período enero/junio de 2019, el 7,7% de la población se encontraba en situación de indigencia.
El dato será peor a fin de año, cuando el impacto de la devaluación pos PASO se termine de trasladar a precios y la inflación cierre el año con un incremento en torno al 55%. A fines de 2019, la pobreza alcanzará a cerca del 40% de la población. Otro doloroso dato que interpela a la política y que muestra el fracaso de la gestión de sucesivos gobiernos es que 1 de cada 2 chicos menores de 14 años viven en la pobreza.
Con estos indicadores se encontrará Alberto Fernández cuando asuma en Balcarce 50. Detrás de esos números se esconde un demanda reprimida, sostenida por el gobierno de Cambiemos con los planes sociales y subsidios, pero que desde el 10 de diciembre comenzará a presionar en distintos estamentos sociales.
La producción, las pymes y las economías regionales
Sin dudas uno de los sectores más afectados por el modelo M es la industria. Desde el inicio, Macri planteó la necesidad de que las empresas se reconviertan para competir con el mundo. Así, en un mundo en donde impera el proteccionismo y la guerra comercial sacude el comercio internacional, el gobierno de Cambiemos decidió abrirse al mundo sin darle a las empresas locales las condiciones de competitividad necesaria.
Claramente, la industria venía desde 2011 en una meseta en la actividad, pero el tarifazo, la caída del consumo interno debido a la pérdida de poder adquisitivo de la población, las tasas de interés exorbitantes y consecuente falta de financiamiento y la apertura de importaciones, fue un combo muy difícil de soportar para las empresas, y sobre todo para las pymes, el eslabón más frágil de la producción local.
En el caso de las pymes de menos de 100 empleados, en el periodo de diciembre de 2015 a junio de 2019 cerraron 23.051 empresas y se perdieron 146.855 empleos industriales, según los datos de la consultora CEPA.
En cuanto a las economías regionales, las políticas de Cambiemos no produjeron el efecto esperado en cuanto a niveles de prosperidad. Los vaivenes de la economía y la baja del consumo interno impactaron en muchas producciones locales. La fuerte devaluación de comienzos de año le dio un poco más de competitividad a algunos sectores, pero los problemas estructurales siguen sin solución.
El último informe de Coninagro que releve mes a mes la marcha de distintos sectores, muestra que en octubre de 19 producciones hay 2 en crisis y 3 con signos de crisis. En tanto que son 4 los que están en nivel de Advertencia, 7 en crecimiento y 3 en Prosperidad.
En definitiva, el nuevo Gobierno tendrá que definir cuál será su política hacia el campo, incluyendo a todos los jugadores, los grandes productores y exportadores, pero también a los productores más chicos de economías regionales que son articuladores sociales en el interior del país.
Fuente: Ámbito
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