Macri sin crédito político ni financiero

#PanoramaSemanal por Alejandro Bercovich sobre la crisis política y de credibilidad que atraviesa el Gobierno Nacional mientras los funcionarios dejan sus cargos pero no sus salarios.

Política - Opinión06 de julio de 2018EditorEditor
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Sergio Massa lo intuyó el 14 de abril, cuando el dólar apenas había asomado medio pie afuera del desfiladero de los 20 pesos. Federico Sturzenegger acababa de vender 2.000 millones de las reservas del Banco Central la semana previa y el Gobierno procuraba instalar la idea de que ya era suficiente esa devaluación, desde los $17,50 de inicios de diciembre. En Chicago, el líder del Frente Renovador aguardaba para hablar ante "Masters Argentina", un nucleamiento de estudiantes criollos de posgrados estadounidenses que no oculta su simpatía hacia la administración Cambiemos. El economista Ernesto Stein, asesor del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), insistió tanto en el panel previo con que el Gobierno debía "cuidar la macro" que Massa se acercó a preguntarle por qué. El hombre no se anduvo con rodeos: "Creo que el mercado ya le sacó a la Argentina todo lo que tenía para dar. Si tuviera que decidir hoy sobre una cartera, yo vendería todos los activos argentinos".

El exjefe de Gabinete se fue cavilando que el tipo sería un loco o un genio, pero por las dudas le recomendó al intendente de Tigre, Julio Zamora, que dolarizara los fondos de reserva del municipio. La apuesta resultó tan rentable como la decisión del flamante presidente del Banco Central, Luis Caputo, de bajarse de la bicicleta de las Lebacs el 17 de enero con el dinero de la cuenta comitente en la financiera CIBSA que comparte con su esposa Ximena Ruiz Hanglin. Desde mediados del año pasado, las arcas tigrenses recibieron más dinero por sus inversiones en bonos, letras y dólares que por lo que pagaron de ABL sus vecinos.

Stein se había entusiasmado apenas asumió Macri, al punto que el Ministerio de la Producción lo convocó en 2016 como consultor del degradado Lucio Castro, durante dos años encargado del desafío de transformar productivamente al país y ahora simple asesor de Francisco "Latin Lover" Cabrera en el mismo Banco de Inversión y Comercio Exterior (BICE) donde el exministro acaba de desembarcar con tres secretarias y un "chófer" (sic) que también le cocina al jefe los panqueques para el desayuno. "Veo programas muy interesantes y agresivos en apoyo al emprendimiento de alto potencial de crecimiento. Y un equipo de trabajo muy competente y enfocado en generar crecimiento y empleo de calidad", decía Stein en esos primeros meses de enamoramiento.

Desde entonces parece haber transcurrido una eternidad. Y desde las elecciones del año pasado también. El Presidente consumió una parte del capital político que cosechó en octubre al intentar pasar por el Congreso las tres reformas (tributaria, jubilatoria y laboral) de las que solo consiguió dos. El resto se fue con la corrida al dólar y la incertidumbre que ahora se cierne sobre los bolsillos de muchos de sus votantes. Como el riesgo país, su popularidad volvió al nivel previo a su victoria de 2015. Un nivel que casi aniquiló sus chances de reelección y lo convenció de que para sobrevivir debe sacrificar en el altar del ajuste a sus dos alfiles, María Eugenia Vidal y Horacio Rodríguez Larreta, tal como le exige el peronismo no kirchnerista para ayudarlo a aprobar las leyes que necesita como el agua.

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A esa oposición envalentonada, repentinamente renuente a seguir donando gobernabilidad mientras la acusan de golpista y corrupta, le interesa especialmente que Vidal y Larreta se hagan cargo del costo de subsidiar el transporte metropolitano. Son 50.000 millones de pesos al año, el doble de lo que gasta el Estado nacional en subvencionar a Edenor y Edesur. El peor escenario posible para la gobernadora y el intendente: anunciar subas del boleto que creían que solo anunciaría el incombustible Guillermo Dietrich. Un hombre que no siente vértigo al estampar su firma en bombas de tiempo judiciales como que hizo suya el martes: la prórroga hasta 2030 (sin licitación) de la concesión de los accesos Norte y Oeste para Abertis e Impregilo, las dos contratistas extranjeras socias del grupo Macri en Autopistas del Sol hasta el año pasado.

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Presupuestos y algo más

Los moderados del PJ como Massa, Miguel Pichetto y Diego Bossio, saben que sus acciones subieron y no tienen ningún incentivo para seguir colaborando con a Macri. Tampoco saben qué les depara el futuro, en gran medida condicionado a que la silente Cristina Kirchner decida postularse para volver a la Rosada o no. Pero sonríen ante una crisis política que esta vez nadie puede acusarlos de haber acicateado. Los que olieron la sangre primero, en esta ocasión, no fueron ellos sino los lobos de Wall Street.

Para el oficialismo es al revés. Lo que antes era un trámite, aún sin mayoría parlamentaria, se convirtió en una odisea. Lo que era caro se hizo impagable. El Presupuesto, por ejemplo, ya se insinúa tan conflictivo que el Presidente lanzó a correr la versión de que prefiere gobernar sin él. Del mismo modo que los economistas no ven motores para el crecimiento del 2% que augura el entusiasta Nicolás Dujovne para 2019, el mundo de la política no cree que Macri pueda revertir el deterioro adicional que sufrirá su imagen con la estanflación que generó la disparada del 55% del dólar. Una suba que, por otra parte, cuesta adjudicar a las "turbulencias globales" porque cuadruplica a la de la divisa en Brasil, donde se registró la segunda devaluación más fuerte de la región.

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Los que no avisaron todavía si aceptarían que Macri navegue sin presupuesto son sus nuevos socios en el poder, con oficina en la calle 19 de Washington. Aunque el directorio ejecutivo del FMI ya aprobó el programa standby con la Argentina por us$ 50.000 millones y el desembolso que ya ejecutó por los primeros 15.000 millones, todavía faltan la aprobación plenaria y el reporte del "staff", donde cunde el desconcierto por la dinámica que adquirió la crisis. Y en especial por el uso de los fondos que giraron.

Por convenio constitutivo y por práctica histórica, el Fondo no acepta que se usen sus préstamos para doblar o torcer el tipo de cambio "natural" entre monedas. En términos simples, no presta dólares para que los gobiernos se los vendan barato a sus habitantes. La violación de otras condiciones puede perdonarse con un "waiver", pero si todo el desembolso inicial se destina a apagar el incendio de la corrida, el staff puede argumentar que se violó la letra del acuerdo y no se trató de un mero "desvío". Al FMI le interesaba volver al Cono Sur (éste es el primer programa condicional desde el de Perú en 2007) y sus controlantes del G-7 ven en Macri un dique contra el populismo, pero ¿alcanzará para esconder tanta desprolijidad bajo la alfombra?

No es el único problema. Macri ya tiene que explicar por qué uno de los dos firmantes del acuerdo (Sturzenegger) fue eyectado de su silla a la semana siguiente. Y su reemplazante en comisión, Luis Caputo, no tiene garantizada la venia del Senado ni mucho menos. Después de charlarlo con Massa y con el gobernador pampeano Carlos Verna, Pichetto le transmitió a Federico Pinedo su negativa a discutir su pliego siquiera en comisión. "Hablémoslo en septiembre. Si llega a septiembre", le dijo secamente.

Austeros pero no tanto

Caputo tiene otros dolores de cabeza, menores, que empiezan a agotar su corta paciencia de operador bursátil. Uno de ellos es la pesada herencia de su antecesor. Y no precisamente los 19.000 millones de dólares que sacrificó de las reservas. Pese a que al asumir prometió que todos sus colaboradores se irían con él, sin cobrar indemnización, Sturzenegger dejó el Central minado de economistas que no se quieren ir, como rezaba el título del libro que su exjefe publicó en 2013 para burlarse del entonces ministro de Economía, Hernán Lorenzino.

El gerente general del Central, Mariano Flores Vidal, es el que más insiste en quedarse. Dice contar con el apoyo de Macri y hasta llegó a argumentar ante enviados de Caputo que tiene cinco hijos que alimentar, algo que no lo frenó a él a la hora de despedir a empleados de la anterior gestión apenas asumió. Y que tampoco tuvo en cuenta Hernán Lombardi en su lista de 354 periodistas despedidos de Télam.

El joven Francisco "Paco" Gismondi tampoco renunció y dijo que él no llegó con Sturzenegger. Por ahora sigue. Igual que Horacio Tomás Liendo (hijo y nieto), quien ofreció a Caputo su silla en el Directorio pero a cambio de un lugar en la planta permanente. Un puesto que seguramente le resultará más rentable al bufete de abogados de su familia (que asesora a todos los grandes bancos de la plaza local) que a él mismo.

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Otro caso que complica la transición es el de Andres "Andy" Neumeyer, el economista jefe que llevó Sturze, quien se despidió del personal y hasta fue borrado de la web del Central. Fuentes de Reconquista 266 aseguran que la renuncia no se hizo efectiva y que, por tanto, su salario de seis cifras se sigue devengando. Igual que el de Nicolás Gadano, subgerente general de Administración que se fue al Ministerio de Hacienda pero sigue en comisión, con el sueldo del Central. Un beneficio que su antiguo jefe les negó sistemáticamente a otros, porque violaba la independencia del ente.

Todos seguramente avergüencen a Sturzenegger. Y hasta quizá lo preocupen en términos macro, porque siempre adjudicó la inflación exclusivamente a la emisión de pesos. Y los gastos del Central, se sabe, se cubren con más emisión. Al final el único auténticamente austero era Lucas Llach, que renunció al cargo de vicepresidente y se recluyó a mirar el Mundial y a tuitear contra Sampaoli desde su casa. Ni siquiera lo imitó el físico Demian Reidel, el otro vice. A los dos días de su despido con causa ya estaba navegando con amigos banqueros a miles de kilómetros, sin reparar en lo caro que está el euro.

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Fuente: Diario BAE

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